El Gozo de la Ternura

El 17 de enero, durante una temporada de tormentas invernales y nieve, una joven dio a luz a su primer hijo. Ella es una trabajadora del campo de Guatemala que fue contratada para trabajar en Canadá, es parte de un grupo de mujeres a quienes hermana Karina ha estado acompañando y ayudando durante más de un año. Cuando ella se dió cuenta que estaba embarazada su pareja se fue alejando hasta dejarle sola. Como la mayoría de los otros trabajadores migrantes, ella se encontró lejos del apoyo del hogar y la familia, trabajando largas horas, sin poder hablar el idioma de este país. Cuando aparecieron complicaciones en el embarazo en el séptimo mes, fue hermana Karina quien estaba allí para llevarla al médico, al hospital, para traducir, para abogar, para ayudarle en los trámites.

En el tramo final, desafiamos una carretera nevada y peligrosa para estar allí con ella, ambas hermanas Carmelitas Misioneras Teresianas y dos colaboradoras laicas. Éramos su familia, la apoyamos y estuvimos presentes durante las 20 horas de parto. La mamá repetía; “Gracias por estar conmigo, sino yo estaría sola”. Dimos la bienvenida al pequeño a este mundo, traducimos, ayudamos a las enfermeras y el médico, hermana Karina fue representante oficial de la mamá para acompañar al bebé en la sala intensiva, donde se le llevó porque nació con algunas complicaciones debidas a una sepsis materna que había pasado al bebé.

Pudimos experimentar la verdad de estas palabras de nuestro santo padre Francisco: “La compasión toca la fibra más sensible de nuestra humanidad, provocando un impulso apremiante a estar cerca de quienes ven en situación de dificultad… Sentir compasión significa dar espacio a la ternura que a menudo la sociedad actual nos pide reprimir” [Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2019].  Las largas horas y el trabajo fuerte de ayuda que nos pidieron la enfermeras – todo no fue pesado, sino que pudimos estar allí como mujeres de fe, como Iglesia, y sentir el gozo de vivir la comunión en lugar de la soledad, de dar testimonio de la dignidad y belleza de este pequeño niño y su madre, y de descubrir entre nosotros esta ternura de la que nuestro Santo Padre habla. Esta ternura embellece los hermosos rostros de una joven mamá enamorada de su niñito. Nosotras estamos muy agradecidas al Señor por habernos permitido vivir esta experiencia y ser signos de comunión en momentos de soledad y dificultad.

Gracias a Dios madre e hijo ya están en casa.

 

Hna. Karina Farías, CMT