Comparto con ustedes mi experiencia de la comunidad nativa “San Manuel-Sawi, de nuestra parroquia de Papaplaya.

He pedido ir a esta comunidad para aprender Sawi, porque cuando nos íbamos veía que las mujeres no entendían mucho el castellano, sin embargo, se mostraban abiertas a nosotras y a la Iglesia. Es un campo virgen, abierto para la primera evangelización.

Estoy segura que este pedido mío es tan solo un pretexto. Dios en todo tiene la iniciativa;  la realidad es todo lo contrario a mi gusto, a mi naturaleza y cada madrugada me despierto con sorpresa: ¡¡¡¡Qué estoy haciendo aquí, a quién se le ocurrió pedir venir aquí!!!!  Pido a Dios que responda a mi pregunta: qué quieres de mí aquí. ¿Para qué me has traído?

Pasaron diez días, ayer bajé a Papaplaya para gestionar la consulta médica de la señora Estefanía, mujer de 35 años, nueve hijos casi todos con un año de diferencia y trabajo forzoso en la chacra y acarrear agua cuesta arriba. Se siente desgastada, sin fuerzas. El más pequeño de sus hijos no tiene dos años, no me quiero imaginar si llegara a faltar en su casa.

Aun aquí sigo preguntando a Dios para qué me hace conocer aquella realidad tan dura, indignamente dura para mí, pero para ellos es lo que hay… Tan Sagrada: cómo estar, cómo decir, cómo actuar… y ahí estoy presente yo, y en mí una carmelita misionera teresiana; la Congregación y más atrevidamente diría, está presente Dios, como su única presencia visible; y viendo mi extrema fragilidad  e impotencia, sólo le pido que no le deje tan mal, que mi testimonio sea la de una presencia de acogida y ternura para toda esa gente, sobre todo para los niños que están conmigo casi las veinticuatro horas del día, echados sobre mí. A cada rato  grito a Dios en silencio  que me dé paciencia, que tengo poca.

Vivir dignamente es un derecho de todos, cómo hacer para que vean que merecen otra cosa mejor, que tienen derecho a un buen vivir. Merecen comida que alimente su cuerpo y su mente, merecen beber agua limpia que no transporten parásitos que empeore la desnutrición y la anemia, merecen ropas de Hijos… de Dios, que se vean dignos.

¿Será que hay una sola persona sana en San Manuel?  diría que no.

Aprender sawi es muy importante, imprescindible para la pastoral, pero además Dios me envió para algo más estoy segura; sigo esperando su respuesta, todavía espero descubrir y procuro estar atenta. Pasan cantidades de cosas por mi cabeza y por mi corazón, cosas que se podrían hacer, pero cómo entrar en esta cultura sin invadir, a su ritmo, con respeto, sin avasallar, con amor y ternura por ellos, para ellos,  no para que vivan como yo quisiera que vivan. Tantos con… y tantos sin… Sé que no es el único caso de pobreza, en todas partes los hay y variadas pobrezas.  Es difícil estar en estas realidades, pero a la vez es un privilegio, una gracia estar donde la vida clama, donde nadie quisiera estar, este es el verdadero lugar de las religiosas.

Y las autoridades los ignoran, ofrecen sólo promesas, les dibujan en las nubes cosas imposibles, irrealizables, de ahí no pasa. Señor aquí tienes, mi basura, la que tú reciclas para hacer algo bonito. Con tus ojos de artista estarás viendo que tal vez puedo sonar como un instrumento en tus manos, o pueda cantar en sawi con Sandrita, con Deysi, con Domingo, Julian el desafinado, con Orinson y tantos otros.

Hna. Ana Lucia Reyes.