ESTILO DE VIDA

 

 

 

Las CMT somos mujeres seguidoras de Jesús, en una congregación eclesial y por ello misionera. Esta concepción configura nuestra vocación como Iglesia, en la Iglesia y para la Iglesia, que se mira en María, Virgen y Madre. Ella es su modelo y la figura más acabada y perfecta de disponibilidad al plan de Dios.

Nuestra razón de ser es el Cristo místico, Dios y los prójimos. Esta unidad es el fundamento del carisma palautiano. Ejercitamos la mirada del corazón sobre el prójimo, rostro humano, templo de la Trinidad, contemplando y sirviendo a la persona en su máxima dignidad de imagen viva de Dios.

Apasionadas por devolver la dignidad y la belleza a los rostros desfigurados del cuerpo de Cristo, hacemos nuestra la causa de los más pobres, débiles y marginados.

MISIONERAS
Somos misioneras por esencia. La misión no es una dimensión más de la vida sino la razón de existir como familia siguiendo las huellas de nuestro Fundador, en quien la misión nunca fue un añadido a su talante contemplativo sino la expresión más clara y diáfana de la verdad de esa contemplación.

  • De la mirada contemplativa a lo profundo de cada ser humano, surge nuestro compromiso misionero de anuncio de la belleza de la Iglesia, misterio de comunión y de servicio liberador y sanador al cuerpo herido y llagado.
  • Nuestro ser misionero nos urge a vivir con pasión la entrega, poniendo a la persona como centro de la misión, acogiéndola y respetándola. Es un amor que se hace cercanía, ternura.
  • Entendemos y asumimos la vida como misión y trazamos caminos que dan sentido y actualidad a nuestra identidad carismática.

Nuestra Congregación ha encarnado el carisma eclesial del P. Francisco Palau en diversos campos, según las necesidades más urgentes del momento: educación cristiana, salud, promoción de la espiritualidad, misiones “ad gentes”, promoción social, pastoral parroquial…

ORANTES
La oración es para nosotras una necesidad vital, es la base de nuestra relación de amistad con el Señor y por ello, como dice Santa Teresa, “estamos muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”.

  • Como Teresa y Francisco Palau, vivimos relaciones de amor que nos conducen al compromiso apostólico. Unión con Dios y amor de los prójimos son dos caras de un mismo amor que hacen de nuestra oración el primero de los servicios apostólicos a favor de la Iglesia: “oramos para que nazcan obras”.
  • Somos mujeres orantes, de mirada contemplativa, abiertas a las mociones del Espíritu, capaces de discernir los signos de los tiempos y de dejarnos interpelar por la Palabra y por la realidad. Nuestra contemplación está poblada de todos los rostros sufrientes de la humanidad.
  • La Eucaristía es el centro de nuestra vida, en ella se actualiza y realiza nuestra comunión con la “Iglesia: Cristo y los prójimos”.

Nuestras comunidades son escuelas de oración que llevan a los hombres y mujeres, con quienes compartimos el camino de la vida, al encuentro y a la experiencia de Dios.

FRATERNAS
  • Somos una familia de hermanas, que fieles a la experiencia fundante, vivimos en “uniones de fraternidad”, fundadas en el amor, reflejo de la Trinidad y del proyecto de Dios sobre la familia humana.
  • Vivimos en comunidades de puertas abiertas, sencillas y acogedoras, en y desde la presencia de ser “pequeñas Iglesias” que hacen visible y creíble el misterio de la Iglesia comunión.
  • La inserción en las diversas culturas nos impulsa a vivir la unidad en la diversidad, reconociendo a cada persona como imagen de la Iglesia.
  • Los gestos y actitudes humanizantes nos caracterizan. Cultivamos la amistad y el respeto por la pluralidad, como expresión de nuestro ser familia, la familia de los hijos de Dios.
  • Nuestras comunidades no quedan cerradas en sí mismas, sino que sentimos la apremiante llamada a construir la fraternidad universal.