SOLEMNIDAD SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

Hoy comenzamos un nuevo año, se nos regala un tesoro apreciado: tiempo, y no cualquier tiempo, sino uno nuevo, lleno de expectativas, posibilidades, esperanzas y futuro; un tiempo que, dependiendo de cómo lo vivamos, puede transformarse en una bendición o un infierno, porque junto al tiempo se nos continua respetando la libertad. Sí, somos libres de vivir cómo queramos este tesoro que hoy se nos entrega. La Iglesia, como buena madre, en este primer día del 2017 nos recuerda que tenemos una compañera de camino, una Mujer Madre que  acogió en su seno al que es la Vida, sí, vida con mayúscula; una mujer de fe que le creyó a Dios y sus promesas, una mujer joven que dejó que Dios hiciera planes para Ella y con Ella, una humilde nazarena que dijo sí asumiendo todas las posibles consecuencias, una madre primeriza que se dejó sorprender por los caminos de Dios.

El Evangelio de hoy (Lucas 2,16-21) dice que  estaba María  allí en el pesebre, con el pequeñito recién nacido en ese establo con los animales, cuando llegaron los pastores. Probablemente asombrada en su corazón de tener entre sus brazos al Mesías prometido, tratando de comprender en fe lo que estaba sucediendo. Y llegan estos sencillos hombres y comienzan a contarles lo que unos ángeles les habían dicho sobre el Niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. María, la Madre, callaba, dejaba que todo reposara en su interior, había aceptado ser parte del plan de salvación y dejaba a Dios ser Dios en su vida y en la vida de la humanidad.

Un Sí verdadero y valiente y una actitud contemplativa y acogedora hacen de María la discípula incondicional, con un seguimiento de Dios que la condujo desde el pesebre a la cruz, desde la maternidad de Cristo a la maternidad de la Humanidad. Sí, María la Madre de Jesús es también nuestra Madre, una Madre incondicional, siempre presente, siempre esperando que también nosotros nos entreguemos por completo a los planes de Dios, siempre atenta a nuestras necesidades, siempre dispuesta a interceder por nosotros ante el Señor, una Madre llena de ternura que nos conoce, que nos consuela en nuestras penas y nos acaricia en tiempos de soledad, una Madre que nos cuenta con su vida cuál es el secreto de la fecundidad y la felicidad: decirle a Dios con sinceridad y decisión “Hágase en mí” y luego asumir todo lo que venga de ese sí. .

Al comenzar el año 2017   dejémonos acompañar por María, la Madre de Dios, la mujer del sí en Nazaret, la mujer del sí en el Calvario,  porque Ella conoce a su Hijo,   sabe el camino y nos quiere llevar a Él.

¡Feliz Año 2017! Y que la bendición de la primera lectura de hoy (Números 6,22-27) te acompañe todo el año:

 

“El Señor te bendiga y te proteja,

ilumine su rostro sobre ti

y te conceda su favor.

El Señor te muestre tu rostro

y te conceda la paz”.