Día memorable para las Carmelitas Misioneras Teresianas, 12 de noviembre 1860, revelación de la IGLESIA, a nuestro Padre Fundador.
“Una tarde estaba yo en una Iglesia Catedral esperando llegase la hora de la función. En ella había de dar la bendición última que se acostumbraba, después de concluida la misión. Y fue mi espíritu transportado ante el trono de Dios: estaba en el un respetable anciano, millares de ángeles le administraban. Uno de ellos vino a mí y traía en sus manos una ropa blanca como la nieve y me vistió con ella. Me dio una banda de oro purísimo especie de estola. Así vestido, el que estaba en el trono sentado me llamó y me presenté de pie sobre un altar que allí había.
El anciano me hizo seña y me dijo diese en su nombre la bendición. Me volví contra el alta y vi a sus gradas una bellísima joven, vestida de gloria; sus ropas blancas como la luz; no pude verla sino envuelta de luz y no me fue posible distinguir de ella otra cosa más que el bulto, porque no se podía mirar. Cubría su cabeza un velo finísimo oí una voz que salía del trono de Dios y me decía: Tú eres sacerdote del Altísimo; bendice y a quién tu bendecirás, será bendito y lo que tú maldecirás será maldito. Esa es mi hija muy amada en ella tengo mis complacencia: dala mi bendición”. MR II 1-2