CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

Llegamos al cuarto domingo de Adviento, Navidad está casi aquí, y la liturgia, en lugar de grandezas, nos invita a entrar en el misterio de lo sencillo, lo humano, lo cotidiano.

La primera lectura nos ubica en un lugar, Belén de Judá, el pueblo donde iba a nacer el Emmanuel. No es Roma, no es una gran metrópolis, es una aldea, pequeña, sencilla, como lo expresa el profeta:  «Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. » El Evangelio por su parte nos presenta a María, la  joven judía escogida por Dios para ser la madre del Salvador, que va al encuentro de su prima Isabel.

Un pueblo cualquiera, un encuentro, dos mujeres, dos niños por nacer… ¡Cosas tan cotidianas!

Y es que Dios así quiso venir y  así sigue viniendo a nuestras  vidas. Por eso estos últimos días son para preparar el corazón y la mirada pues,  más allá de las luces y los regalos, más allá de los afanes y preparativos de la fiesta,  en lo pequeño y cotidiano es que  van suceden las cosas importantes y  maravillosas de la Navidad. ¡Si nuestro corazón pudiese comprender esta verdad!

Allí, en lo ordinario de cada día, en lo pequeños gestos y actitudes, surgen las cosas que marcan la vida, que cambian el mundo, que  llenan de esperanza, que nos hacen creer que el niño que va a nacer en Belén es en verdad Salvador y Señor. En lo sencillo de un saludo sincero, una cena compartida, un  villancico cantado en comunidad,  un abrazo de paz, una reunión familiar,  nos encontramos con Jesús. Cuando en estos días salimos al encuentro del otro estamos viajando también nosotros a Belén, cuando acogemos al que llega a nuestra vida, estamos como Juan Bautista, reconociendo que nos lo envía Dios, cuando abrazamos sinceramente a los demás, como María e Isabel, nos hacemos parte del misterio del Amor y podemos también bendecir y alabar a nuestro Dios.

Quedan cuatro días…escuchemos nuestro corazón… ¿Cuál es la Navidad que está buscando? ¿Qué Navidad quiero vivir? ¿La de Belén? ¿La de María? ¿La del encuentro cálido y humano?

¿Qué hay detrás de esos deseos hondos de paz y fraternidad que vamos experimentando a medida que se acerca Navidad? ¿De dónde está brotando ese sentimiento como de  nostalgia del cielo y de bondad, ese anhelo intenso de dejar salir  lo mejor de nosotros mismos, de amar, de ser generosos, de compartir y compartirnos?

Quedan pocos días para su venida. Viene en la noche, viene en el silencio, viene en lo pequeño… Esperémoslo allí y es seguro que nos encontraremos con El.

¡TE ESPERO JESÚS!

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