Iniciamos la jornada capitular con la Eucaristía, presidida por el Padre Carlos Canilla sj, en la cual nos motivó a hacer experiencia de un encuentro profundo con “ese Jesús que nos ama”.
Se continuó con lo que había quedado pendiente del día anterior. El plenario inició con la presentación de los tres últimos núcleos de los próximos acuerdos capitulares. Fue una mañana en donde opiniones, aportes, valoraciones, tuvieron un lugar importante en el diálogo establecido entre los virtuales y presenciales. Antes del almuerzo se brindó un espacio para que cada grupo de trabajo fuese perfilando las determinaciones, con los aportes de los distintos grupos y el diálogo que se ha suscitado dentro de la sala capitular.
Para concluir el bloque de trabajo compartido entre laicos y hermanas, la hna. María Isabel Obregón, agradeció el invaluable aporte de la participación de toda la familia palautiana, en especial de los laicos, así como la determinación a caminar en sinodalidad en la misión compartida. “La invitación que mutuamente necesitamos realizarnos es a sumar en todo lo que favorezca la comunión, participación, compromiso en el sentido de cuerpo”, afirmó en su mensaje. Nos motivó a estar atentos a la Iglesia, así como lo estuvo Francisco Palau, al escuchar: “marcha, predica el evangelio”
La hna. María José Gay, con la cercanía y vitalidad que le caracteriza, agradeció la participación de los laicos valorándoles el compromiso asumido, el camino de reciprocidad y la apuesta por la misión, expresó: “es una gozada el haber compartido con quienes ya conozco y el encontrarme con nuevos rostros. Transmitir mi agradecimiento a vuestras familias pues detrás de cada uno de vosotros hay una familia que sostiene vuestra entrega”.
Por la tarde la comisión de redacción presentó los acuerdos, según el esquema elegido por toda la asamblea. Esto permitió abrir el diálogo, aclarar dudas, presentar matizaciones…, todo ello como enriquecimiento, buscando siempre que lo que nos inspiró el Espíritu, por medio de cada uno de los participantes, estuviese allí reflejado.
Para finalizar compartimos esta oración, síntesis de la vivencia de estos días, de una de las participantes.
A PIE DESCALZO, SEÑOR
A pie descalzo, Señor.
de puntillas, respetando al otro como lugar sagrado.
A pie descalzo, despojados de todo lo que no somos.
A pie descalzo, desnudos de postizos,
con sencillez, sin hacer ruidos,
sin afán de dejar pisadas para que otros nos sigan,
dejando que ellos construyan su propio camino.
A pie descalzo, paso a paso, sin desánimos
conscientes de la necesidad de orar,
despiertos a la audacia de comenzar un camino nuevo.
Señor Jesús, en tu nombre nos unimos a ti, que eres el gran Orante.
Confiamos en la luz y en la fuerza de tu Espíritu
y te pedimos que nos muestres el rostro de la realidad que hoy nos interpela.
A pie descalzo, construyendo puentes
y convencidos de que podemos perder todo en el camino
menos LA PAZ DE NUESTRO CORAZÓN
Alejandra de Filippi