Ciro era un rey que no creía en el Dios del pueblo de Israel, que adoraba otros dioses, sin embargo el Señor lo elige y lo hace parte de su misión salvadora (Isaías 45,1.4-6).

Dios iba  preparando un pueblo para el nacimiento del Mesías, ese pueblo fue desterrado y  Ciro lo conoce cuando se halla en tierra extranjera y permite que regresen a casa.

Un rey pagano es la mediación de Dios para que su pueblo regrese a su tierra. Puede parecer extraño, sin embargo no debemos olvidar que nuestros caminos no son sus caminos, ni nuestros pensamientos son sus pensamientos. Dios hace las cosas a su modo y siempre son “el mejor modo”, el más fecundo y conveniente.

Cuando Dios actúa de esta manera  rompe nuestros esquemas, y esta es una de sus  mejores maravillas. Su amor es impredecible,  creativo, novedoso, su amor es libre y por eso  esperanzador y liberador. Para cada situación, cada persona, cada vida, Él tiene un modo y unos medios. ¿Cuáles? Pues no sabemos, hay que irlos descubriendo en el camino y dejándose llevar, así como hizo Ciro, de quien podríamos decir que se adelantó a vivir lo que dice Jesús en el evangelio de hoy (Mateo 22,15-21) “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Ciro, rey,  dio a Dios lo que era suyo, devolvió el pueblo de Dios a la tierra que éste le había regalado.

Si un pagano pudo dar a Dios lo que es de Dios, nosotros también podemos  porque, a diferencia del rey Ciro, nosotros sí conocemos a Dios y lo amamos y queremos servirlo y seguirlo. Tan sólo hay que estar atentos, aprender a contemplar, a mirar con hondura y una vez descubierto el llamado o la misión de cada día, de cada situación, de cada momento, actuar según lo que descubrimos, actuar en conciencia, con valentía, con determinación, con libertad en Dios, actuar desde la fe que profesamos.

Aprender a distinguir lo que es del César y lo que es de Dios no es fácil, por el contrario, es un camino arduo pues hay muchas zonas grises, engañosas, confusas. Hoy hay muchas monedas con rostros que no son los de Cristo, monedas que nos confunden, nos tientan, y a veces lamentablemente, nos compran. ¿Cuáles son las monedas que a ti te confunden?  ¿Cuáles son las monedas a las que les estás dando tus energías? ¿Cuáles las que te están dando seguridad? ¿La imagen? ¿Las metas laborales? ¿El poder o el tener? ¿El individualismo? ¿El exitismo?  ¿Cuáles son tus “Césares” hoy?

Pero por muchas monedas que tengamos, nunca debemos olvidar que nosotros llevamos grabada la imagen de Cristo en lo profundo de nuestro ser, fuimos creados a imagen y semejanza de nuestro Dios, estamos marcados, sellados con su ser amor, su ser familia, su ser comunidad. Y por esto, es a Él a quien debemos darle, no cosas sino la vida, nuestra vida, nuestra fidelidad, nuestro amor. . A Él y  a su gente, así como hizo Ciro, que no lo conocía.

Si él, que era pagano, que no creía en nuestro Dios, pudo hacerlo, con mayor razón nosotros, que sí lo conocemos, podemos hacerlo. Hay que decidirse y comenzar a caminar sin echar  marcha atrás. El pueblo espera, la gente espera, la humanidad espera… te espera a ti, y a mí, y a todos los que decimos conocer a Dios, porque el pueblo, la gente, la humanidad, necesitan a Dios.