El criterio decisivo para la historia de la Iglesia no es la superioridad de su labor religiosa, sino la claridad con la que sus miembros –tantos consagrados como laicos- reconocen que el poder de vida que Dios le hadado a la Iglesia, llega a ser eficaz si toma la forma del servicio y del amor, no la del señorío, y así lo reconocen obran en consecuencia.
La transformación de la autoridad e servicio y el poder en amor, se identifica con la misión de predicar el Evangelio, porque el Evangelio es la revelación del misterio que Dios ha querido eternamente: que su omnipotencia sea el amor, amor en serio; voluntad que se ha llevado a cabo en la creación, redención y santificación, tanto del hombre como del mundo.
La historia de la Iglesia es la historia de la comprensión que sus miembros obtienen de esta tarea; es la historia de la transparencia de su voluntad para cumplirla y de la medida en que se logra este cumplimiento.
Pero como la Iglesia está compuesta por hombres, esta historia es una historia de caídas, irrupciones y realizaciones. En este sentido se encuentran incesantemente, recaídas en los ámbitos del conocimiento y de la acción por entender la autoridad concedida como dominación y el poder como violencia.
Texto de Romano Guardini. “El sentido de la Iglesia, la Iglesia del Señor” Ed. S Pablo