Cada día escuchamos sobre muertes, atentados, corrupción, narcotráfico, delincuencia, engaños, robos, guerras, ambiciones, falta de fe, migrantes discriminados o muertos en el camino hacia las nuevas tierras, violencia, injusticia. Y nos preguntamos ¿Hasta dónde llegaremos? A veces pareciera que nuestro mundo no tiene salida, y que todo es caos. Sin embargo… sigue amaneciendo cada mañana… porque hay millones de hombres y mujeres que acuden cada día a trabajar, no sólo para ganar un salario sino para hacer de este mundo un lugar mejor, hay muchos que lucha y se esfuerzan por promover y construir la paz, hay científicos que buscan cosas mejores para todos y los ecologistas nos invitan a cuidar el planeta, hay muchas madres y padres que cuidan con amor de sus hijos, hay tantos jóvenes que tienen ilusiones, que creen, buscan y luchan por una mundo mejor, tantos niños nacen cada día nacido trayéndonos alegría y esperanza, tantas mujeres han descubierto sus capacidades y las ponen al servicio de los demás, tantos hombres y mujeres de fe anuncian y viven al Dios Amor, y ¡tantos otros signos de bien!
Un día una anciana me dijo “El bien no hace ruido”. Con los años lo he comprobado una y otra vez. Y es ése bien silencioso el que sostiene hoy nuestro mundo más allá de todas las ruidosas desgracias. Pero siempre es bueno multiplicarlo, por eso hoy se nos invita a la oración de intercesión, para que brille el bien sobre el mal, se nos invita a la oración confiada porque tenemos un Padre que nos escucha, a una oración llena de esperanza porque Cristo es capaz de cambiar los corazones y darnos una vida nueva.
En la primera lectura (Génesis: 18, 20-32) vemos a Abraham pidiéndole a Dios que vea “los justos de Sodoma y Gomorra” y que por ellos salve esas ciudades. Que considere el silencioso bien que los aportan. Y lo logra.
En el Evangelio (San Lucas: 11, 1-13) se nos enseña a orar a nuestro Padre y a hacerlo con insistencia. Creamos lo Jesús nos dice “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre”. El amigo va a medianoche a pedirle pan al otro lo hace con tal insistencia que recibe lo que pide.
Sumemos a esto, la esperanza a nuestra oración, porque como dice la segunda lectura (Colosenses: 2, 12-14) “ustedes estaban muertos pero Él les dio una vida nueva” Cristo puede darnos una vida nueva si queremos y con esa vida nueva podemos nosotros hacer un mundo nuevo. Pero tenemos que pedir a Él que cambie los corazones.
En este domingo pidamos al Señor que multiplique tanto bien silencioso que hay en nuestro mundo, pidámoslo de corazón, con la confianza e insistencia de Abraham, con la confianza de los hijos que saben que si pedimos pescado a nuestro Padre no nos dará víboras; y hagámoslo con agradecimiento y esperanza, porque Cristo dio su vida para vencer el mal y la muerte, en el mundo, en la humanidad, en nosotros.