En su libro La gran guerra por la civilización, el veterano corresponsal Robert Fisk definió el régimen sirio con solo cuatro palabras: “Ordenado, mesurado, implacablemente inflexible”. Siria es el país árabe con menos espacios de libertad, quizá en competencia con Arabia Saudí, y, pese a un sistema político laico, el de mayores tensiones religiosas. El profesor Itamar Rabinovich, catedrático de Historia Contemporánea de Oriente Próximo, ex-embajador en Washington y ex-director de la delegación israelí en diversas negociaciones públicas o secretas con el Gobierno de Damasco, considera que Siria es en estos momentos “un gigantesco barril de pólvora”.
El país acumula problemas de todo tipo, especialmente económicos y demográficos (el petróleo se acaba, más del 40% de la población tiene menos de 15 años y pocas perspectivas de empleo), pero el más grave y antiguo se encuentra en la fractura religiosa. Tras la I Guerra Mundial, cuando desapareció el Imperio Otomano y el territorio sirio de la época (que incluía Líbano) quedó bajo control francés, la Administración colonial se apoyó en la minoría alauí, una secta chií que constituía apenas el 10% de la población y que no se mostraba tan reacia a la ocupación extranjera como la amplia mayoría suní (casi el 80%). La transformación de los alauíes en élite administrativa marcó el futuro de Siria.
Nacido en Damasco, el 11 de septiembre de 1965, y casado con Asma Al Assad, Bashar Al Assad, este oftalmólogo, debió asumir el control de Siria luego que en 1994 muriese su hermano mayor y, posteriormente, en 2000 falleciera Hafez Al Assad, su padre. A partir de entonces, y mediante una inédita ascensión dinástica, se convertiría en el presidente de la República Árabe de Siria. Comenzó su mandato dando esperanzas que el brazo de fierro de su padre pudiese quedar en el pasado. Lamentablemente, aquello no ocurrió y el tímido reformista se convirtió en un dictador, especialmente luego que el alzamiento de su pueblo fuese reprimido con gran violencia.
Siria está ubicada en pleno corazón de Medio Oriente y tiene un rol fundamental en la estabilidad de la región. En el pasado tuvo serios problemas con Jordania y el Líbano. También, pero en menor medida, con Egipto. Hasta el día de hoy mantiene un conflicto con Israel, no sólo por la cuestión palestina, sino que por la anexión de los Altos del Golán por parte de Israel tras la guerra de 1967. El laicismo fomentado por Bashar Al Assad ha permitido que el país tenga estabilidad social y, por lo mismo, existe un gran temor respecto a lo que podría suceder en Siria y Medio Oriente en caso que caiga Al Assad, que, con sus pros y contras, permite tener un cierto equilibrio en la región.
Siria no sólo es un importante elemento de Medio Oriente, sino que también tiene un activo rol en otros asuntos. Por ejemplo, tiene mucha influencia en el Mediterráneo y, particularmente, en el proceso de integración mediterránea. También, tiene mucho que decir respecto a la cuestión kurda y, por último, está envuelto, directa o indirectamente, en la política de Armenia, Turquía e Irak. Si bien existe una mayoría musulmana, existe una importante minoría cristiana, la cual cuenta con igualdad de derechos. Esto último, pues la Constitución siria define al estado como “laico”, además de socialista. La mayoría de los musulmanes del país pertenecen a la rama sunita del Islam, pero la familia Al Assad es parte de la comunidad alauí.
La oposición al gobierno se encuentra absolutamente dividida. Al no lograr cohesión y una organización bien estructurada, no ha sido reconocida por la comunidad internacional, aunque algunos de sus líderes han sido recibidos por gobiernos occidentales. Dentro de la oposición destacan el Ejército Libre Sirio, el Consejo Nacional Sirio y el Comité Nacional de Coordinación para el Cambio. Dentro de la oposición siria hay laicos, islamistas de diversa índole y kurdos, entre otros.
Al momento de analizar los “socios” o “amigos” de Siria, no queda duda que ahí destacan China, Rusia e Irán. Estos tres países no sólo mantienen importantes nexos económicos y energéticos con Siria, sino que también se enmarcan dentro de una política que, con distintos matices, busca frenar el poderío occidental. Junto a estas naciones, Hezbollah (que para muchos es un grupo terrorista o, como mínimo, una guerrilla, pero que para otros es un movimiento de lucha contra Israel) tiene importantes nexos de apoyo con el gobierno sirio.
La lista de rivales es encabezada por Estados Unidos. Israel también es un gran contrincante de Siria, debido al conflicto palestino (Siria siempre ha apoyado la causa palestina) y a la ocupación israelí de los Altos del Golán. La Unión Europea (UE) tiene una postura más tibia respecto a Siria, pero, finalmente, la UE es contraria a las políticas sirias. El problema para Estados Unidos, Israel y la UE es que el gobierno de Al Assad impide la llegada al poder de islamistas radicales, así que para ellos tampoco es una buena noticia que se produzca un gran caos en Siria. De ahí que la presión internacional (de las potencias occidentales) vaya en dirección de una intervención, para así resguardar sus intereses y evitar la irrupción de grupos políticos contrarios a occidente e Israel.
Hasta el momento no se había tenido una gran influencia de Al Qaeda en el problema, pero este grupo terrorista en los últimos días manifestó el apoyo a los rebeldes sirios, aunque pidiéndoles que no les den espacio a los occidentales.
Las muertes se suceden, y según muchos, en el conflicto que acarrea hoy mas muertos que ningún otro. Oremos por el pueblo Sirio.
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