Quisiera compartir que durante los días 14 al 19 de enero del presente año, tuve la hermosa oportunidad de participar en los cursos para Animadores de grupos y comunidades juveniles, en Santiago, impartidos por Conferre. Una oportunidad para formarse y crecer en la fe junto a los jóvenes y la vida religiosa. Nuestro curso se ha destacado por la presencia de jóvenes, provenientes de diversas regiones de Chile, y de religiosos y religiosas de diversos países y culturas. Todos buscando herramientas para acompañar y fortalecer esta área pastoral necesitada de savia nueva en la Iglesia Chilena.
Han sido días de mucha escucha, encuentro personal y trabajo en equipo, donde se han potenciado los dones personales, la creatividad y el compartir desde la propia realidad y experiencia. Pude ver en los jóvenes mucha apertura, sencillez, espontaneidad y deseos de construir comunión, sin perder la esencia de su ser jóvenes, acogiendo el llamado que les hace Jesús a anunciarle con alegría y entusiasmo; a contagiar y hacer presente el reino, ahora ya.
Durante estos días se nos invitó a adentrarnos en la realidad juvenil, recordando las etapas propias del joven y los factores que influyen en su modo de actuar en la sociedad, además como ven a la Iglesia en la sociedad y que le pedirían. Resuenan en mi corazón 4 palabras con las que trabajamos esta instancia: lo que los jóvenes, necesitan, quieren, pueden y sueñan. Llegando a las siguientes conclusiones: los jóvenes necesitan: SER ESCUCHADOS, quieren: MÁS PRESENCIA, pueden: GENERAR CAMBIOS y sueñan: IGUALDAD Y JUSTICIA.
Otro tema que también se vivió en profundidad fue la evangelización como experiencia del reino. Acompañados de una dinámica muy apropiada, se nos invito a soñar como sería nuestro reino, a destacar características propias, ponerlas en común y compararlas con el Reino que anuncia Jesucristo. Fue coincidencia que todos soñábamos con un reino de justicia, solidaridad, de opción por los más pobres, reino que no excluye y donde todos tienen cabida, reino de misericordia, de paz, perdón y amor. Esto lo llevamos luego a la realidad eclesial y nos interpelaba a ser una Iglesia más comprometida con la sociedad, una Iglesia creíble y testimonial, en continuo movimiento, descentrada de sí misma y centrada en Cristo. Una Iglesia que realmente haga presente el reino de Dios, allí donde hoy hay signos de muerte y oscuridad.
Destaco otro momento importante durante el curso, que fue el conocimiento del Método experiencial: para tocar la vida cotidiana. Aquí se nos invitó a descubrir lo importante que es partir desde una realidad; MOTIVACIÓN, desde vivencias propias de los jóvenes; DESCRIPCIÓN DE LA EXPERIENCIA, y de otras experiencias que iluminen y la cuestionen; ANÁLISIS DE LA EXPERIENCIA; para llegar al momento de agradecer y dar sentido a la experiencia; DISCERNIMIENTO DE LA EXPERIENCIA.
Todos estos momentos fueron siempre acompañados de una variedad de dinámicas, juegos, cantos, oraciones, reflexión personal, trabajos grupales, presentaciones y plenarios, lo que nos mantenía atentos, dispuestos, ágiles y con ganas de poner lo mejor para vivir en profundidad esta experiencia, aprovechando cada una de las herramientas. Cada día entre nosotros nos inyectábamos alegría, ganas y chispa para vivir a fondo estos encuentros. Doy gracias a Dios por estos días vividos y por todos los jóvenes, hermanos y hermanas que con un corazón sencillo quieren dar su vida y su tiempo para hacer presente el Reino y la persona de Jesucristo en medio de sus parroquias, comunidades y colegios. Que Dios bendiga el liderazgo del amor y el servicio en medio de los jóvenes.
Hna. Irma Olivares Rivera, CMT