Es una planta pequeña que embellece nuestros jardines. De entre sus hojas sale uno y más hilos guiados por sus botoncitos; revientan éstos y ofrecen a nuestra vista flores pequeñas, pero muy finas y singulares en su forma y color. No tienen olor, pero no todas las perfecciones han de estar reunidas en una flor: únanse a la rosa y francesillas y otras compañeras suyas, y juntas formarán un hermoso compuesto.

Elevar a Dios nuestros pensamientos, esto es oración. Nuestra alma ha sido criada para contemplar, ver y mirar a Dios. Lo criado, lo visible y lo material ha sido puesto a nuestra vista para elevar nuestros pensamientos a Dios criador, a Dios invisible, a Dios inmaterial.

¿En qué piensas? En lo que amas. Donde está el amor, está el corazón, y donde está el corazón, está la cabeza no muy lejos y los pensamientos. ¿Piensas en Dios? ¿Piensas bien en Dios? ¿Tienes en Dios pensamientos puros? ¿Tienes de Dios aquella idea alta, sublime, grandiosa, que corresponde a la realidad? Examínalo bien. Vengamos a nuestro jardín: ¿cómo van nuestros pensamientos? Están en flor… Recógelos todos, átalos, lígalos a la fe y al amor de Dios, y preséntalos así recogidos a nuestra Señora, y dile:

 

 
 

Madre:

Mis pensamientos están ahora Recogidos en vuestras manos: presentadlos a Dios.

Yo me obligo y comprometo hoy con la presentación de este mi ramillete

a vivir en adelante recogido en Dios, a marchar en su presencia,

a no olvidarle, a contemplar sus grandezas…

Yo me obligo a orar sin cesar como me manda el Evangelio.

Ofreced mis votos a vuestro Hijo: cuidad, oh bella y amable jardinera,

cuidad de mis pensamientos, ordenadlos;

a vuestra fidelidad los fío.