Tras haber concluido la experiencia de tres meses en la comunidad de Papaplaya junto con las hermanas, Gissella, Ana Lucía y Soledad, queremos compartir las resonancias de aquellos aspectos que nos enriquecieron como personas y seguidoras de Jesús. Junto a las hermanas fuimos a distintos lugares donde se tienen las actividades pastorales, de esa manera pudimos ir viviendo la misión que se lleva a cabo en este acogedor distrito. Dentro de las resonancias que nos quedaron de esta experiencia, la que más rescatamos es la resiliencia, esa capacidad de adaptarse frente a las adversidades, de tener siempre esperanza para continuar, que la podemos visualizar en las temporadas de inundaciones que suelen pasar por unos meses. Lo que para uno puede parecer totalmente negativo, para ellos tiene otra mirada y es que ven el orden natural del río y lo aceptan, saben también que luego esa tierra quedará fértil para poder sembrar y dar mucho fruto. Todo lo contado anteriormente nos llevó a la reflexión de que muchas veces hay inundaciones en nuestras vidas y nos parece que todo está perdido, pero esas son las etapas que nos hacen crecer, las que nos invitan a aquietarnos y a tener la esperanza de que ese tiempo nos va a ayudar a dar frutos interiores para los demás. También la resiliencia se ve reflejada en la comunidad y la vivencia de la fe de este pueblo, que tiene ciertas ausencias, como las de un sacerdote, que lleva consigo la falta de misa y confesiones. Gracias a Dios están las hermanas guiando al pueblo, realizando la celebración de la palabra y pudiendo dar la comunión, pero hay algunos que recién están acercándose y así surge ante esta situación un compromiso sincero para los adultos, jóvenes y niños.
En cuanto a los adultos podemos ver a los animadores que son fundamentales para que se viva la fe en los caseríos, también muchos jóvenes se están preparando para el bautismo y muestran un interés sincero de acercarse a Dios y los niños que muestran la alegría y transmiten el cariño de Dios. Para finalizar, vemos tantos niños y jóvenes que no están bautizados, pero ponen todo de sí, tratan de perseverar y están con esa ilusión de ser católicos y bautizarse, cuanto más nosotros los bautizados estamos comprometidos en tener también ese entusiasmo por la Iglesia y por servirla. Agradecemos a Dios por todo lo vivido y compartido, por seguir mostrándonos su obra y la misión que tenemos en este camino que estamos empezando y que la Virgen del Carmen siga guiando nuestros pasos para el bien de la Iglesia.  
María Inés López y Almendra Villanueva