“Haz Señor que nuestra asamblea sea fecunda y que al final del encuentro no
nos quede otra deuda que la del amor a la Iglesia”.

Ayer recibimos un subsidio de oración que contenía entre otras esta petición. Me siento muy en sintonía con estas palabras, han sido en su contenido las que me han acompañado desde que supe que se iba a realizar este encuentro. Pedir al Señor que fecunde nuestra Asamblea no es otra cosa que pedirle que bendiga vuestros esfuerzos y voluntad de adheriros a su querer.

No tener otra deuda que el amor a la Iglesia, habla de personas que no son autorreferentes, personas generosas en las que sólo amar es su ejercicio.

A tan solo unos kilómetros de vosotros, si me refiero a lo físico, porque el corazón está muy cerca, quiero enviaros no solo un saludo sino todo el cariño que tengo por cada uno de los que participáis en esta asamblea. Agradezco a hna. María Isabel el regalo que me ha hecho al darme la oportunidad de conectarme al inicio de un encuentro tan significativo como este, gracias.

Una asamblea siempre habla de sinodalidad, de encuentro, de discusión, de búsquedas, etc. que cada uno añada lo que le sugiere este término. Es un momento importante para la vida de cualquier asociación u organización. Y si además le añadimos el apellido pastoral, como es en este caso, el sentido y la riqueza que encierra es mucho mayor.

Una asamblea pastoral tiene como único objetivo ponernos todos en la misma dirección para que nuestro carisma se exprese de la manera más adecuada a nuestro hoy y según las distintas realidades pastorales donde estamos insertos, iluminados por los desafíos pastorales del hoy de nuestra Iglesia en el continente, dicho de otro modo, el objetivo sería encarnar el carisma en esta realidad latinoamericana que tiene tanto para enriquecernos y tanto que podemos aportar.

Mirar en dirección palautiana significa poner en el centro la comunión, entendida como un estilo de relaciones con un innegociable sello trinitario. Significa al mismo tiempo y como consecuencia de esta experiencia de comunión, anunciar la belleza de cada ser humano que es bello como Dios y restaurarla allí donde está deteriorada. Y significa además mirar y escuchar a fondo lo que Dios a través de las personas, de los acontecimientos que vivimos, nos está transmitiendo para responder como María deprisa, sin calcular los riesgos, simplemente movidos por el amor.

Y es aquí donde conecto con la oración a la que he hecho referencia al inicio. Permitidme que la repita: “que al final del encuentro no nos quede otra deuda que la del amor a la Iglesia” un amor que nos llevará a acoger con agradecimiento todo lo recibido y vivido y que nos impulsará a la misión. Os deseo una feliz y bendecida asamblea. Un tiempo de fraternidad que no se cierra en sí misma, sino que se abre a las personas que formamos la Iglesia junto a Cristo cabeza, por eso le habéis dado el nombre de asamblea pastoral. Feliz y bendecido encuentro.