En medio de la oscuridad, Dios se hace presente en el barrio del “Carmen La Vega”.

Este relato forma parte del proyecto: «Los poetas sociales de nuestra América. Descubriendo la bella esperanza al estilo palautiano». Estas son una serie de historias de vida, cargadas de sacrificio, esperanza, con sabor a fe; que el Equipo Provincial de Pastoral Social se encuentra trabajando durante este tiempo.

 

Buscando un mejor porvenir para mi familia…

Con estas palabras comienza a relatar su historia, una mujer guerrera que se llama Marisela Orozco de 44años, quien vive en el Barrio del “Carmen La Vega”  al final de la calle Zulia, con sus cinco niños más pequeños y su pareja, en un pequeño rancho que es propiedad suya pudiendo adquirir los servicios de agua, luz y gas de bombonas.

Me dice que para ganarse la vida trabaja en casa de familias dos días en la semana de 7:00am a 6:00pm, por lo general debe ir caminando porque no le queda para pagar el transporte, ya que le suelen pagar 1000 bolívares por el día que equivale a ( 1,5$).

En las casas que trabaja hay familias que son buenas y otras le dan malos tratos, además en este tiempo de pandemia la gente tiene mucho miedo de llamarle a trabajar porque puede llevarles el virus a su casa, entonces se le pone más difícil la situación, pero ella sigue confiando en Dios porque sabe que por muy dura que esté la situación, Él no la abandonará jamás.

Prosigue diciendo: “yo soy consciente que mi trajo no es sustentable para mantener a mi familia”.

Al preguntarle qué pasa cuando te enfermas, casi con lágrimas me dijo: “cuando yo estoy enferma siento que se me va a caer el mundo porque muchas veces no tengo para alimentar a mis hijos ya que el sustento mayor de mi familia lo traigo yo a casa”.

Al decirle que me compartiera un gesto de solidaridad de ella para con alguien me dice: “¿cualquiera?”. A lo que le respondí, sí.  Enseguida empezó:

“Un día me preocupe porque no sabía nada de una vecina, al preguntarle a los demás vecinos me dijeron que estaba encerrada en su casa y fui a visitarla, cuando llegué,  le toque, vecina soy yo, al escucharme me abrió la puerta. Lo primero que le dije es qué te pasa y me respondió; que no tenía como alimentar a sus hijos. Entonces sin pensarlo fuimos a mi casa y le traje un poco de lo que yo tenía para mis hijos para que ella también pudiera almorzar con sus hijos”.

Hna. Teresa Velásquez, cmt