Ellos ex alumnos del instituto “Santa Teresita” fueron quienes dinamizaron el grupo Misión Juvenil dándole un giro. Estos jóvenes en su momento alumnos de dicha institución e integrantes de MJ, con insistencia pidieron que se ampliara la edad de participación, su firmeza y motivación ante el pedido fue tal que se concreto lo solicitado.
No todo quedó ahí, revisando la historia del grupo conocieron la misión que otros alumnos habían emprendido allá por los años 2000,2001 y 2002 y ante este descubrimiento, solicitaron retomar esa instancia. Ellos, terminaban un ciclo en la institución, pero no en la misión y querían seguir haciendo camino…así un nuevo sueño comenzó a concretarse.
El grupo Misión Juvenil siguió en marcha y los egresados dinamizaron los encuentros desde el liderazgo y concretaron el compromiso con la comunidad de Mado. Esto, los unió a otros egresados carmelitas, jóvenes de Arguello- Córdoba y Curuzú Cuatiá – Corrientes.
Al retornar de Mado en donde compartieron con familias de los barrios, jóvenes de las colonias y jornadas con las comunidades indígenas. Fueron muchos lo que dijeron “no puedo entender mi vida sin la misión”, “cada uno de estos momentos me han permitido ver que mi vida es misión”.
Esa conquista los impulsó a otro compromiso y fue que llegaron al Barrio del Mercado, del partido tres de febrero, Buenos Aires. Comenzaron por conocer la zona acompañados por la hna Estela, religiosa de la comunidad Vicente Grossi, quien lleva años comprometida con la población, con el pasar de los primeros encuentros surgieron los vínculos con los más pequeños, prestando oído a historia desafiantes, extendiendo sus brazos ante la solicitud de abrazos, atreviéndose a pasar por mil personajes que se construían con lo que había con tal de sacar sonrisas y brindar un tiempo diferente de recreación…
Y en esta cuarentena, no se han quedado de brazos cruzados, primero se organizaron, allá por marzo – abril, para conseguir elementos de higiene y en esta oportunidad, en un día especial para los más pequeños, ellos no solo movilizaron las redes sociales, sino que convocaron a realizar un trabajo en red involucrando a familiares, profesores, amigos, religiosas, conocidos y todo el que se quisiera sumar para armar meriendas y las respuestas superaron las expectativas, fueron muchos los que colaboraron. Luego los universitarios realizaron las compras, otros organizaron las meriendas y un par de ellos acercaron a la capilla del barrio los paquetitos para que fueran entregados.
La alegría de ese momento fue única y la emoción ante el sentido solidario fue grande. Nada mejor que una sonrisa sincera, esos niños recibieron un regalo cargado de amor y de entrega desinteresada pero lo que atesoran como el mejor obsequio el saber que cuentan con un joven que siempre los recuerda, que los tiene presente y que para ellos son personas valiosas, únicas e importantes.
Este compromiso que surgió después de un viaje hoy lleva 4 años de trayectoria y desde acá también estos jóvenes nos dejan como enseñanza el valor de un compromiso responsable con el otro, de la importancia de un trabajo en equipo multifacético, y nos permiten ver que lo que se soñó no fue una idea fugaz o entusiasmo momentáneo, la vida asumida como misión, es lo que los ha impulsado a continuar con esa vocación que los mantiene atentos a lo que va pasando a su alrededor.