El domingo pasado veíamos a Juan el Bautista que nos invitaba a preparar el camino al Dios y nos invitaba a prepararnos…a enderezar los caminos, allanar las colinas, rellenar barrancos. Este tercer domingo de Adviento, vemos como la gente que escuchaba a Juan quiere que les explique un poco más de qué se trata esa preparación. Y Juan les da respuestas muy concretas que, más que sólo sentimientos y emociones, implican para ellos, y obviamente para nosotros, un cambio importante de actitudes:
El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene. ¿Cuáles son las cosas que yo tengo y qué podría compartir? Abramos nuestros closets, cajones, puertas; miremos nuestras casas… ¿Hay algo que yo podría compartir con aquellos que no tienen o necesitan más que yo?
Encontré por allí hace unas semanas una especie de regla que en esto y otras cosas puede ser muy útil: si me desprendo de esto o de aquello y no pasa nada en mi vida, es que no lo necesito. De todos modos, el Señor esperaría una generosidad más fraterna aún, desprendernos también de aquello que necesitamos si el otro lo necesita más.
“No exijan más de lo establecido” dijo a los publicanos, esos judíos que cobraban impuestos a su pueblo para el Imperio Romano y que solían exigir un poco más de lo debido para quedarse con una parte. Preparar el camino al Señor pide de nosotros honestidad y justicia en nuestras acciones, relaciones y nuestros trabajos. ¡Hay tantas maneras de aprovecharse de los otros para sacar ventaja! Algunas veces actuamos abiertamente desde intereses personales, otras, somos sutiles, vamos usando las influencias, los contactos e incluso a veces la manipulación para lograr lo que queremos. Esperar a Jesús pasa por dejar también estas actitudes.
«No hagan extorsión ni se aprovechen de nadie con falsas denuncias, sino conténtense con la paga». Hay aquí un llamado a la rectitud e integridad en el actuar, sin dejarse dominar por ambiciones que los lleven a cometer abusos ni extorsiones, calumnias ni mentiras, sin chantajes afectivos ni victimizaciones manipuladoras. Así de claro, Juan era claro y concreto y valiente.
Y muchos quisieron cambiar de vida al escuchar sus llamados y exhortaciones, y deseaban estar listos para la venida de aquel Mesías que venía a bautizar con Espíritu Santo y fuego.
En este tercer domingo de Adviento, domingo de la alegría de acercarnos cada vez a la Navidad, aprovechemos estos casi 8 días que faltan para renovar nuestra acogida a Jesús niño y hermano, perseveremos en nuestro deseo y voluntad de ser un poco mejores, abramos los ojos y el corazón para reconocerlo en su venida cotidiana a nuestras vidas, alegrémonos y seamos felices y agradecidos de tener un Dios que nos ama de esta manera tan real y concreta, hagamos propia la primera lectura:
«¡No temas! ¡Sión, no desfallezcas!»
El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador;
se alegra y goza contigo, te renueva con su amor.
Pongamos nuestros nombres en lugar de “Sión” y experimentemos también nosotros la alegría y esperanza que brotan de la cercanía de nuestro Dios.