Queridas hermanas, nos ponemos nuevamente en contacto con ustedes en esta recta final. ¡Cómo pasa el tiempo!, pareciera que fue ayer cuando por primera vez nos dirigimos a ustedes para hacerles partícipes de nuestra andadura y ya en este  cierre entre hacer memoria, pasar por el corazón y orar la vida que ha ido floreciendo; nos brota de lo profundo dar gracias.

Gracias en primer lugar a Dios, que nos ha regalado el don de la vocación en nuestra familia de Carmelitas Misioneras Teresianas, y porque nos ha permitido vivir esta experiencia de sabernos amadas gratuita y apasionadamente por El.

Agradecemos de manera especial al Consejo General que favoreció para que se llevara a cabo este curso.

Gracias a cada una de las hermanas del Equipo General de Formación, que nos han acompañado en este caminar en los distintos momentos, gracias por el esfuerzo, la dedicación y el colocar los dones que cada una tiene al servicio de la formación a lo largo de este curso.

Gracias a nuestras comunidades, por su generosidad, por apoyarnos permitiéndonos la posibilidad de participar de este curso de preparación hacia nuestra entrega definitiva.

Gracias a las(os) iluminadoras(es) que con dedicación prepararon los temas y las visitas; gracias por cada aterrizaje que nos facilitaron a través de los mismos, y por propiciarnos un acercamiento a nuestras raíces Congregacionales.

Gracias también  a cada una de ustedes que nos han acompañado en este caminar.

Gracias a todas y a cada una de las hermanas de las distintas comunidades que nos acogieron con el corazón abierto y por el calor de hogar que pudimos sentir en cada casa, nos llevamos de cada una un gesto de ternura y la alegría de experimentarnos unidas con los lazos de amor. Nos vamos ¡Sí! , pero no nos vamos solas, pues nos llevamos a cada una de ustedes; difícil será tal vez recordar sus nombres, pero las experiencias vividas con cada una,  permanecerán por siempre en nuestros corazones.

Tampoco nos vamos igual que llegamos, porque en este tiempo nos abrimos al compartir unas con otras, nos tomamos el pulso, colocamos nuestros sueños, desafíos y experiencias en la mesa de la fraternidad como alimento de unas para las otras.

Hemos disfrutado el ver como la vida no se detiene, ni pasa sin dejarnos algo de riqueza, solo es necesario abrir las puertas de nuestro corazón para acoger cada experiencia y dejarnos tocar, modelar, animar y a veces confrontar.

Por todo ello nos vamos con el corazón dilatado, con el deseo de responder con mayor generosidad para hacer  vida cada uno de los proyectos que nos hemos trazado en los lugares en que Dios nos ha colocado para amar y servir a la Iglesia – Dios y los hermanos- .Para ello continuamos confiándonos a sus oraciones, que hemos sentido en todo este tiempo, y de la misma manera les acompañaremos con nuestra oración.

Con gratitud de corazón, se despiden sus hermanas en el Carmelo Misionero Teresiano.

Marta, Susana, Lea, Vhie, María, Mayra y Gissella.

 

 

 

Queridas hermanas, llevando las maletas con un sobrepeso por todas las experiencias vividas en Ávila viajamos a Roma.

Comenzamos esta nueva etapa junto a la comunidad Inmaculada Concepción (casa General) y las hermanas del Consejo General. Durante este tiempo hemos recorrido algunos lugares históricos y significativos. Tuvimos la gran suerte de poder caminar con el Padre Silvano Giordano, carmelita, quien nos mostró algunos sitios claves para la orden Carmelitana y para nuestra Congregación. Lugares como: el Pincho, donde el Padre Fundador tuvo la experiencia de la lucha del mal y La Scala, Iglesia donde está el pie de Santa Teresa., la casa procura de la Congregación de España en tiempos del P. Palau…

En éste año de la misericordia, hemos tenido la gran experiencia de realizar la peregrinación a las cuatro Basílicas Mayores de Roma y poder atravesar la puerta Santa. En un ambiente orante pusimos en cada puerta una intención: Basílica de San Pablo de extramuros (la de perdonar), Basílica de San Juan de Letrán (por todas las personas), Basílica de Santa María la Mayor (por la Paz) y por último la Basílica de San Pedro (por la reconciliación de todos los creyentes) ahí cada una en un momento de silencio y oración hizo la experiencia de confesar el “credo eclesial”.

Las peregrinaciones y visitas han sido una parte de nuestra estancia en Roma, también hemos tenido formación donde nos han ayudado a dar pasos para profundizar nuestra opción definitiva. Con el tema del discernimiento, tomamos conciencia de nuestros sentimientos, pensamientos que están afectando nuestra vida cotidiana y así poder mostrar que tipo de espíritu nos está dirigiendo en nuestro caminar. Vimos la importancia y la necesidad de ser acompañadas en el día a día por una persona orante, oyente y abierta.

Durante del curso de carisma, fuimos conscientes de la importancia que tiene transmitir en nuestras comunidades el aroma palautiano y así perfumar cada espacio que transitamos. De esta manera reconstruiremos la experiencia mística que tuvo Francisco Palau y a la que estamos llamadas: levantar a la Iglesia (Dios como cabeza y Prójimo como cuerpo). No podemos olvidar nuestra historia congregacional; reconocemos la dedicación de las hermanas y apreciamos todo lo que han hecho a lo largo de la historia. Reconocemos que cada una es un pilar, valoramos las actitudes y opciones en los tiempos duros y exitosos y ellas nos motivan a continuar respondiendo a las necesidades de la Iglesia.

Entre estos regalos que el Señor nos ha hecho en este tiempo, tuvimos la oportunidad de asistir a la audiencia y al viacrucis con el Papa Francisco que esté año por los acontecimientos habidos en el mundo lo hemos sentido más significativo, y la oración ecuménica en la Iglesia de María del Trastevere orando por los Mártires del mundo.

 Siempre tendremos en nuestro corazón el recuerdo y experiencia de compartir con los ancianos de la residencia de las hermanas Franciscanas del Buen Pastor donde hicimos nuestro apostolado en colaboración con la comunidad de San Egidio, donde aprendimos que el no saber una lengua no impide compartir el amor que tiene Dios para con ellos. Con ellos celebramos la gran noticia de la Resurrección, compartiendo la Eucaristía del domingo.

Nos brota del corazón un agradecimiento por la vocación de la hna. Gissella, el día 27 de Marzo que en su renovación reafirmo su Fiat, lo celebramos con gozo y seguimos orando por ella por su fidelidad.

Sin darnos cuenta ya paso el mes, y se acercó el tiempo de partir, de despedirnos de Roma y de todo lo que nos ha entregado, nos queda el corazón lleno de gratitud y gozo por todo lo vivido aquí. Queremos agradecer a  nuestras hermanas  Raquel Morales, Milagros Villalba, María Teresa Roldan, Mercedes González, Lourdes Buil , Isabel Ramírez , Fuensanta Canales, Concepción Prieto, María Teresa García, Inmaculée Mukabacondo, Odette Gapira, Catherine Munyerenkaba,  Teresa Rosas, Emmanuela Abela y María José Gay ; quienes  nos acogieron con amor fraterno en este tiempo y nos han aportado desde las riquezas que hemos visto en cada una de ellas, alegría, disponibilidad, entrega ,servicio, prontitud, agilidad, creatividad, delicadeza, escucha, testimonio de vida y sobretodo en cada una de ellas  fidelidad en el amor a la Iglesia, Dios y los prójimos, esta comunidad, la cual nos ha abierto las puertas y acogido. Gracias hermanas por hacernos sentir en nuestra casa, en nuestro hogar, las acompañaremos con nuestras oraciones y seguiremos contando con las vuestras.

Un agradecimiento especial a la Hna. Luisa Ortega, quien ha sido testigo de nuestros procesos en esta familia y nos ha acompañado también en esta preparación para nuestra entrega definitiva. Gracias por su talante y su testimonio de amor a la congregación, con la que palpamos en carne propia.

Gracias a todas por seguir acompañando nuestro caminar, por las oraciones y cercanía.

Un abrazo fraterno.

Gissella, Mayra, Marta , Maria, Lea, Susana y Vhie