TERCER DOMINGO DE CUARESMA
La primera lectura de hoy nos invita  a dejarnos sorprender por la cercanía y presencia de Dios, que sale a nuestro encuentro en este tiempo del desierto de cuaresma, nos llama a   aprender a descubrir lo extraordinario de Dios en lo ordinario  de cada día.

Moisés como de costumbre llevó los animales al monte. Llevaba tiempo haciéndolo, conocía el lugar y no había gran novedad en aquello. Sin embargo, y aunque lo hacía siempre, tenía el corazón atento, por eso se fijó en la zarza ardiente. Algo extraordinario rompía la cotidianeidad y él tuvo ojos para verlo, y valentía para escucharlo. Y eso cambiaría toda su vida. Pues el Señor le pidió dejar todo aquello y emprender un camino y misión nuevos. Debía dejar su estilo, su rutina, sus cosas para emprender lo que Dios le pedía.

Lo mismo nos pasa a nosotros, pues  en esta cuaresma, en ese problema laboral o familiar que tenemos, en esa aridez o pocas ganas que llevamos dentro,  hay signos y llamadas extraordinarios de la presencia y llamada de Dios  y si estamos atentos como Moisés,  podremos verlos, escucharlos y comprenderlos. El Señor se está acercando a nosotros, nos está  hablando, nos está diciendo “descálzate, yo soy tu Dios”. Pero para experimentarlo es necesario, al igual que Moisés: estar atentos, descalzarnos por un momento de nuestras comodidades, miedos, dolores  y prejuicios, abrir el  corazón y  disponernos al encuentro y a lo que éste trae de  novedad y desinstalación, atrevernos a ir más allá de lo conocido, dejando que el Señor nos rompa el viejo esquema de que a Él lo encontramos sólo en la Iglesia y en la oración, comprender que hay muchas zarzas ardiendo en el día a día, en los ambientes donde nos movemos, en el trabajo, la familia, las noticias, el devenir de la historia, y en ellas está Dios, y desde ellas nos está hablando, nos está enviando, nos está pidiendo un cambio de vida. . Un primer ejercicio para este domingo sería preguntarnos ¿Cuáles son algunas de las zarzas ardientes que  encuentro a mí alrededor? ¿Cuáles son esas maneras extraordinarias en que el Señor se está manifestando a nosotros hoy? ¿Qué cambio de vida me está pidiendo? Pero sobre todo preguntémonos ¿Estoy dispuesto o dispuesta  a escucharlo y vivir y hacer lo que Él me pide y cómo Él me lo pide?

Y en todo esto no hemos de temer sino confiar, confiar y confiar,  porque nuestro Dios tiene el corazón del viñador que vemos hoy en el evangelio, un corazón que nos ama, que nos ha cuidado, que sabe exactamente quiénes somos, cómo somos, que cree en nosotros y por eso nos cuida, nos espera, porque sabe que los cambios profundos nos cuestan.

ZARZA