Felices los misericordiosos, puesto que ha ellos se les mostrara misericordia (Mt 5.7)

Los hombre  alcanzados por la Misericordia sin dudan vivirán de cara a ella. Así lo sucedió a Francisco, quien hace suyas las palabras del evangelio de Lucas: “Sed misericordiosos, como el Padre vuestro es misericordioso” (Lc 6,36). El no solo enseño sobre la misericordia en sus libros  y  catequesis sino que también dio claro testimonio de ella en  su vida.

Vayamos brevemente a la etimología de esta palabra. La palabra hebrea ra jamin  y la griega é le os  suele traducirse por misericordia. Su uso tiene muchos matices y alcances. Ra jamin se define como sentir o irradiar afecto entrañable, ser compasivo. El término está ligado  a la palabra  matriz o entrañas, las que son  que son capaces de conmoverse cuando se experimenta compasión o piedad. (cf. Is 63, 15,16; Jr 31,20 ). Su traducción al latín está formada por dos palabras miser y cordia referida a la capacidad de sentir la desdicha de los demás. Miser se puede entender como estar lejos del amor. Cordia  que viene del latin cor se traduce como corazón  y dis  dar.  En  suma, misericordia se puede comprender  como el corazón que se entrega a quien está lejos del amor.

Palau, no lejos del significado etimológico que hemos señalado, enseñaba en la Escuela de la Virtud,  que la misericordia es la “virtud de la caridad por la que el hombre se compadece de la miseria del otro con el ánimo de socorrerle en sus necesidades según su posibilidad” (EV, 352). Esto  supone vivir con los ojos abiertos y atentos a las necesidades de los demás, lo cual implica el desarrollo de una profunda sensibilidad y empatía para llegar a sentir propia la necesidad de los hermanos.

En su libro Mes de María dedica el día cuarto a la enseñanza de la misericordia. La simboliza con la yerba buena y la rosa sin olor. La primera aporta la fragancia y la segunda la belleza. En la oración del día pide a la Virgen María la gracia de poner por obra la misericordia. Para él la misericordia es hija del amor (cf MM4,4) y advierte que si no se hace uso de ella no hallará en Dios misericordia (MM5,2). El dia quinto lo dedica a las obras de misericordia: “Las obras de misericordia son catorce: las siete miran las necesidades corporales y las otras siete las espirituales de nuestro prójimo”

El amor a la iglesia le sugirió variadas  formas de servicios, donde pudo concretizar las obras de misericordia, en especial la atención de los más pobres y desvalidos, por ejemplo los enfermos, endemoniados, etc.

Por otro lado no le faltaron oportunidades para poner en práctica la misericordia. Por ejemplo ante sus hijos e hijas espirituales se mostrara con entrañas de padre y  madre: “Yo no tengo ni tendré para vosotros jamás de mi vida sino corazón de padre; no conozco contra vosotros tentación alguna porque mi amor para con vosotros llena todo mi corazón y no caben en él” (Cta. 117,3; cf 106,1; 95,3). En él la misericordia es afectiva y efectiva: No nos basta un corazón que compadezca las miserias ajenas; la caridad es obras (MM5,2)

En el primer círculo de seguidores se encontró con personas muy difíciles de llevar. Algunos inquietos iban y venían haciendo difícil su misión fundacional, sin embargo siempre les acogía y renovaba la confianza tratando de comprender los comportamientos  y  los reclamos de estos.

Entrañas de padre mostró incluso para quienes le querían fuera de la familia recién fundada. Vale la pena leer la carta 117 dirigida a Gabriel Brunet en esa clave: “Yo he hecho confianza de ti y la hago; te abandono sin reserva los más sagrados intereses de la gloria de Dios; hago cuanto puedo para servirte y contentarte cuando, hinchado por el espíritu malo y agitado por un malhumor, sostienes contra tu padre ideas poco humilde”. En la misma carta hace referencia al hermano Martin señalando: “Vengamos a la cuestión del hermano Martin. Él dice que cuenta contigo. Yo te conozco a fondo y te creo incapaz de ser infiel y traidor a tu padre. Martin lleva las cosas al extremo. Me critica, murmura y, abusando de la confianza que yo he hecho de él, me ha excluido a mí del gobierno…”. Antes  de  finalizar la carta dice movido por el dolor: Yo moriré fiel a los que Dios me ha dado por hijos, aunque éstos me vendan. Así misericordia y fidelidad se funden en la vida de Francisco.

Esta virtud del amor pondrá a  prueba la calidad de sus relaciones y  ensancharan su corazón. Para él no se trata solo de meras  práctica de misericordia como vestir al desnudo, visitar al enfermo, etc , es algo mucho más profundo, parte de la convicción de que el prójimo es Cuerpo de Cristo, carne de su carne, hueso de sus huesos.

Que juntos como Iglesia, atendiendo la llamada del Papa Francisco, podamos hacer de la misericordia nuestro anuncio, en especial en este año jubilar que inauguraremos este 8 de diciembre.

Felices los que hemos sido alcanzados por la misericordia y somos portadores de ella..

Hna. Mirtha Rojas, CMT.