Cuando uno mira el rostro del P. Francisco aparece con un gesto serio y para algunos quizás un poco duro, sin embargo detrás de esa primera impresión se esconde un hombre profundamente humano, sensible, compasivo, comprensivo, empático con el dolor, las heridas, la pobreza, la marginación, la injustica, un hombre con un corazón misericordioso.
En este Año de la Misericordia que ahora comenzamos es bueno entrar en el espíritu del P. Palau pues, y si bien es cierto en sus escritos no hay muchas alusiones expresas a la misericordia, su vida y su obra están impregnadas de ella, y es todo un desafío para este año santo que iniciamos el sumergirnos en su persona y legado para descubrir cómo la misericordia está entretejida en su persona y misión.
Algunos aspectos interesantes los encontramos, primero, en su manera de relacionarse. A lo largo de su vida y ministerio sacerdotal le tocó compartir con una amplia variedad de personas entre seguidores y detractores, que incluía laicos, hermanas, hermanos y autoridades civiles y eclesiásticas. La misericordia fue un eje principal en estas relaciones. Lo mismo pasa en sus relaciones con la Iglesia, su Cosa Amada, en donde verdaderamente el amor misericordioso fue el motor de sus acciones, reacciones y emprendimientos.
Podemos además contemplar la misericordia en las motivaciones de su obra fundacional; escuelas y atención a enfermos son las primeras concreciones de su servicio misericordioso al Cristo llagado.
Sumamos a esto, y destacamos, todo lo que tiene que ver con su entrega a la Iglesia a través del ministerio del exorcistado. Sin duda fue ésta una las facetas de su vida donde más claramente podemos observar agradecidos la misericordia como motor de la misión y de su donarse a los demás.
Finalmente, es bueno hacer notar que su muerte tiene que ver también con el acompañamiento y servicio a los miembros sufrientes del Cuerpo de Cristo, a quienes él acudía con entrañas de misericordia.
Con fe y devoción pidamos al P. Francisco Palau y Quer nos ayude a vivir con fruto este Año de la Misericordia que iniciamos, de modo que todo lo que experimentemos en él se convierta en servicio amoroso al Cuerpo Místico de Cristo y en anuncio humanizador.
Hna. Adriana Montenegro, CMT.