TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
Hoy celebramos el tercer domingo de Adviento y en la corona encendemos la tercera vela, la rosada, como signo de nuestro gozo y alegría porque Dios nuestro salvador está cada vez más cerca.
La liturgia de este día impregnada de esa alegría, y nos dice: “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama”
Sí, regocijarnos porque aún en medio del dolor, las dificultades, los duelos y las oscuridades humanas; hay una razón para gozarnos en lo más profundo del corazón: nuestro Dios está cerca, nuestro Salvador viene, el Dios que sana toda herida, que suelta toda cadena, el Dios de la misericordia y el perdón, el Dios de la vida, la ternura y la fraternidad, el Dios que nos ama viene… y viene para ti, para mí, para todos. Sí viene, viene porque le interesamos, porque le importamos, porque en su corazón tenemos un espacio especial: viene porque le conmueven nuestras luchas, nuestra historias, nuestros dolores; viene porque lo sabe que lo necesitamos y por eso con el salmista podemos cantar llenos de confianza: “El Señor es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación” “El Señor está cerca.
Nada les preocupe”
Y porque viene, esperamos… esperemos como Él quiere y necesita, esperamos como nos indica Juan Bautista. “¿Y nosotros qué tenemos que hacer?”, le preguntan distintos grupos, y Juan va señalando a cada uno de ellos acciones en beneficio de nuestros hermanos y hermanas. Esa es la manera evangélica de esperar al nuestro Dios y Salvador: haciendo el bien a los demás. Y siempre hay alguien a nuestro alrededor que necesita nuestra presencia, nuestro perdón, escucha, visita, nuestra oración… y tantas otras cosas que a ellos les pueden hablar del amor de Dios, de fraternidad, cariño hermandad, humanidad.. Acciones nuestras que pueden acercar a sus vidas el amor y la ternura del Dios y Salvador que viene, que esperamos y cuya cercanía llena de gozo nuestro corazón. Acciones y actitudes nuestras que pueden hablar al corazón del otro y decirle “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama”