El papa Francisco ha denunciado este viernes ante la O.N.U. en Nueva York la manipulación interesada de la Carta de las Naciones Unidas para disfrazar de legalidad guerras que en realidad estaban planificadas “con intenciones espurias”. Según Jorge Mario Bergoglio, confundir “la norma con un simple instrumento, para utilizar cuando resulta favorable y para eludir cuando no lo es”, constituye “un fraude” de consecuencias imprevisibles: “Una ética y un derecho basados en la amenaza de destrucción mutua –y posiblemente de toda la humanidad– son contradictorios y constituyen un fraude a toda la construcción de las Naciones Unidas, que pasarían a ser Naciones unidas por el miedo y la desconfianza. “Hay qué empeñarse en un mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el Tratado de la no proliferación, en la letra y en el espíritu, hacia una total prohibición de estos instrumentos”.

Francisco dijo que los 70 años de existencia de Naciones Unidas –y en especial de los últimos 15 años— demuestran tanto la eficacia de las normas internacionales como la ineficacia de su incumplimiento: “Si se respeta y aplica la Carta de las Naciones Unidas con transparencia y sinceridad, sin segundas intenciones, como un punto de referencia obligatorio de justicia y no como un instrumento para disfrazar intenciones espurias, se alcanzan resultados de paz. Cuando, en cambio, se confunde la norma con un simple instrumento, para utilizar cuando resulta favorable y para eludir cuando no lo es, se abre una verdadera caja de Pandora de fuerzas incontrolables, que dañan gravemente las poblaciones inermes, el ambiente cultural e incluso el ambiente biológico”.

El Papa basó la primera parte de su discurso en un alegato a favor del planeta y de los más desfavorecidos, y pidió soluciones urgentes alejadas de la retórica. Dijo: “El abuso y la destrucción del ambiente, al mismo tiempo, van acompañados por un imparable proceso de exclusión (…) Lo dramático de toda esta situación de exclusión e inequidad, con sus claras consecuencias, me lleva junto a todo el pueblo cristiano y a tantos otros a tomar conciencia también de mi grave responsabilidad al respecto, por lo cual alzo mi voz, junto a la de todos aquellos que anhelan soluciones urgentes y efectivas”.

De ahí que el Papa llame la atención sobre un brutal efecto dominó: “Un afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material lleva tanto a abusar de los recursos materiales disponibles como a excluir a los débiles y con menos habilidades, ya sea por tener capacidades diferentes (discapacitados) o porque están privados de los conocimientos e instrumentos técnicos adecuados, o poseen insuficiente capacidad de decisión política. La exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y el medio ambiente. Los más pobres son los que más sufren estos atentados por un triple grave motivo: son descartados por la sociedad, son al mismo tiempo obligados a vivir del descarte y deben sufrir injustamente las consecuencias del abuso del ambiente. Estos fenómenos conforman la hoy tan difundida e inconscientemente consolidada cultura del descarte”.