Queridos hermanos:

Continuamos la catequesis sobre el bautismo, y lo hacemos a la luz del Evangelio, que tiene la fuerza de trasformar a quien lo acoge con fe, arrancándolo del dominio del maligno para que aprenda a servir al Señor con alegría. La Iglesia acompaña a los catecúmenos en este camino con la oración, como nos recuerdan las letanías que preceden al rito bautismal.

En los exorcismos de los candidatos adultos, el sacerdote suplica a Dios que los libre de todo lo que les separa de Cristo y les impide unirse a Él. Del mismo modo, se pide la liberación del pecado original de los niños que van a ser bautizados, para que puedan ser consagrados como templos del Espíritu Santo.

El bautismo es un don del Espíritu Santo que nos da la fuerza para combatir el mal. Esto se simboliza en el gesto de la unción, que evoca a los atletas que ungían su cuerpo para tonificar los músculos y para evitar ser presa fácil de los adversarios. El óleo bendecido por el obispo, nos asegura la fuerza del Resucitado y la cercanía de la Iglesia en este combate, de modo que podamos decir con san Pablo: «Todo lo puedo en aquel que me conforta».

 


Saludos:

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina. Los animo a perseverar en este combate, manteniéndose firmes en la fe en Jesucristo, vencedor del pecado y de la muerte, y constantes en la oración al Padre, pidiendo por todos los que se encuentran en peligro y sufren tribulación. Muchas gracias.