Acabo de regresar de San Miguel de los Bancos, en Ecuador, donde tenemos una comunidad de hermanas de la Provincia de Madrid que desde el mes de abril harán familia en nuestra Semiprovincia Virgen del Carmen. Lo primero que me asombró al llegar, aparte de la fraterna acogida de las hermanas, fue la exuberancia de la naturaleza.
Desde el aeropuerto hasta llegar a la comunidad recorrimos durante dos horas un camino lleno de curvas que va por las montañas y que mareaba bastante, pero no lo suficiente como para impedir el disfrutar de esa naturaleza privilegiada.
Al llegar al pueblo me encontré con las cuatro hermanas que forman la comunidad de Santa Teresa de Jesús: Hna Begoña Achalandabaso, española, Hna Jeanne d’Arc Kalisa, Ruandesa, y superiora de la comunidad, Hna Carmita Pallo, ecuatoriana y Hna Ana Gento, española.
Como llegué en tiempo de vacaciones no pude apreciar el ritmo real de servicio que ellas llevan, sin embargo, con el riesgo de omitir varias cosas, comparto la información que retuve sobre los servicios de las hermanas.
Hna Begoña se encarga de lo relacionado con el comedor de niños que funciona en las instalaciones vecinas a la casa de la comunidad y que se sostiene con el apoyo de EDUCAS. También visita enfermos para llevarles la comunión. Esta es una misión no siempre fácil pues, como llueve todo el tiempo, las calles están mojadas, resbaladizas por el barro y además se suman las pendientes, porque el pueblo está asentado sobre colinas y quebradas.
Hermana Jeanne d’Arc trabaja como orientadora en una escuela y está estudiando una especialización en Quito. Atiende también las personas que le son derivadas desde la parroquia y coopera en algunas actividades parroquiales.
Hna Carmita hace clases en una escuela básica de los jesuitas, está a cargo de la catequesis de Infancia Misionera, acompaña un grupo de jóvenes y uno de los coros de la parroquia.
Hna Ana acompaña los animadores de catequesis de la parroquia, visita “los recintos”, o sectores parroquiales y presta servicios como enfermera cuando es necesario.
Particularmente hermoso fue contemplar cómo y cuanto las hermanas forman parte de la vida de la gente. Son queridas, valoradas y necesitadas. Caminábamos por el pueblo y constantemente la gente se acercaba a nosotras para saludar, preguntar cosas, contar cómo les había ido en esto o aquello. Pero también era un gozo ver cómo las hermanas conocen la gente, sus historias, sus dolores y cuánto se interesan por todos ellos.
En los días que fuimos a la parroquia pude descubrir una comunidad viva, alegre, sacrificada, bien participativa, organizada y vibrante, especialmente en la celebración de la Eucaristía. Visité también algunas familias con Hna Ana. Nuevamente comprobé la manera en que las hermanas van caminando y acompañando esta Iglesia de rostros concretos.
He regresado a Chile muy agradecida de Dios por esta oportunidad de compartir con las hermanas y la gente de Los Bancos, de conocer esta tierra tan bella y diferente a lo que conocía hasta ahora. Sin duda no me podré olvidar de la lluvia, la lluvia, la lluvia. Y menos de esa niebla que aparece y desaparece en un momento, o de los plátanos por doquier, de las enormes hojas, de las plantas tropicales, de la variedad de orquídeas, pero por sobre todo, de la gente y sus historias. Todo una bendición del amor de Dios.