En los países del Norte el naranjo es para los jardines una cosa muy rara, se conserva, pero para salvarle allí contra los hielos y fríos se necesita gran precaución, y se mira como uno de los mejores ornamentos. Entre nosotros, esto es, en países cálidos, el naranjo en mayo produce tal cantidad de flores y llena los jardines de perfumes tan aromáticos, que parece nos vuelve al paraíso de donde por la culpa fuimos desterrados. En esta estación un bosque de naranjos echa muy lejos su fragancia, porque da flores en gran escala. Es siempre verde, y de un verde vivo y encendido.
Es la esperanza una virtud infusa en el alma que la dispone y mueve a esperar de Dios en esta vida los auxilios de la gracia y de los dones del Espíritu Santo, y en la otra, la vida eterna mediante nuestras buenas obras. Corresponde a ella el don de ciencia. Siendo una de las tres virtudes principales, debe ser representada por una flor que tenga algo de grande y de sublime. Tal es la del naranjo; es pequeña, pero se nos presenta en los ramos apiñada, y en una abundancia que excede a todas las demás plantas odoríferas. Este árbol siempre hermoso nos recuerda las glorias y las delicias del paraíso que perdimos por la culpa.
¿Qué temes? ¿Qué tiemblas? ¿Qué dudas? ¿Qué vacilas? ¿Se está acaso discutiendo de si te salvarás o te perderás? ¿Qué has perdido tu esperanza? Si así fuese, corre, acógete a María, preséntale esa flor.
Señora: Yo espero salvarme;
yo espero que Vos me alcanzaréis
los auxilios de la gracia para vivir cristianamente,
fío a la bondad de Dios mi salvación.
Yo prometo fidelidad, lealtad
y exactitud en la observancia
de la ley santa del Señor.