Edith fue filósofa y carmelita descalza y alemana de origen judío que fue víctima de la barbarie nazi, tras producir importantes obras teológicas. Perteneció a una familia judía, se convirtió al catolicismo, adoptando el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz al tomar los hábitos, y descubrió a Tomás de Aquino, Duns Escoto y San Juan de la Cruz. Su obra filosófica constituye un nexo fundamental entre el cristianismo y la fenomenología de Husserl, de quien fue discípula. Su tesis El ser finito y el ser eterno, escrita en 1933, no fue publicada hasta 1950.

Te ofrecemos fragmentos de sus escritos, para que vayamos conociendo desde la misma fuente el descubrimiento de Edith tras su conversión:

“Yo me sé sostenido y este sostén me da calma y seguridad. Ciertamente no es la confianza segura de sí misma del hombre que, con su propia fuerza, se mantiene de pie sobre un suelo firme, sino la seguridad suave y alegre del niño que reposa sobre un brazo fuerte, es decir, una seguridad que, vista objetivamente, no es menos razonable. En efecto, el niño que viviera constantemente en la angustia de que su madre le dejara caer, ¿sería razonable?” (Edith Stein, Ser infinito y ser eterno, México 1994)

 

“El de un corazón libre de todo apego a cualquier cosa creada: a sí mismo y al resto de las criaturas, pero también a todo consuelo y cosas similares que Dios pueda conceder al alma, a cualquier forma de devoción especial, etc.; el de un corazón que no desea otra cosa sino que se cumpla la voluntad de Dios y que se deje guiar por Él sin resistencia.” (Edith Stein. Autorretrato epistolar (1916-1942), Madrid 1996)

 

“A cada cual Dios lleva por su propio camino, y uno llega más fácil y más rápido a la meta que el otro. Lo que nosotros podemos hacer, en relación a lo que se nos da, es realmente poco. Pero debemos hacer ese poco. Ante todo: pedir insistentemente que vayamos por el camino recto y sigamos sin resistencia alguna el estímulo de la gracia, cuando lo notemos. Quien procede así y persevera pacientemente, ese tal no deberá decir que sus esfuerzos son inútiles. Únicamente no se debe poner plazo alguno al señor.” (Edith Stein. Autorretrato epistolar (1916-1942). Madrid 1996)

 

”La vida de Dios es amor: amor desbordante, sin límites y que se da libremente; amor que se inclina misericordioso hacia toda necesidad, amor que sana al enfermo y resucita lo que estaba muerto; amor que protege, defiende, alimenta, enseña y forma; amor que llora con los que lloran y se alegra con los que están alegres; dispuesto a servir a todos para que lleguen a ser lo que el Padre quiere; en una palabra: el amor del corazón divino.” (Edith Stein “Ser Finito y ser eterno” México 1994)

 

“Deben ser arrancadas (las tinieblas=placeres) con todas sus raíces si se quiere dejar sitio en el alma para Dios. Responder a esta exigencia significa presentar batalla en toda la línea a la propia naturaleza, tomar sobre sí la Cruz y entregarse a la crucifixión… Entablar la lucha (contra los apetitos), o sea tomar sobre sí la Cruz, es penetrar activamente en la Noche Oscura.” (Edith Stein “Ciencia de la Cruz” (página 60), Monte Carmelo, Burgos 1987)

 

“No sé hacia dónde Dios me lleva, pero sé que él me guía” (Edith Stein)

 

“Durante el tiempo que precedió a mi conversión e incluso un buen tiempo después, tenía la convicción de que llevar una vida religiosa significaba el abandono de todo lo terrestre para vivir solo en el pensamiento de las cosas divinas. Progresivamente aprendí a reconocer que algo más se nos pide en este mundo y que incluso en la vida contemplativa, el ligamen con el mundo no se debe romper. Creo incluso, que cuanto más profunda es la atracción que nos conduce a Dios, mayor es el deber de “salir de sí”, en este sentido también, es decir en dirección al mundo para llevar allí la vida divina.” (Cartas 63, Edith Stein)

 

“La vida de Dios es amor: amor desbordante, sin límites y que se da libremente; amor que se inclina misericordioso hacia toda necesidad; amor que sana al enfermo y resucita lo que estaba muerto; amor que protege, defiende, alimenta, enseña y forma; amor que llora con los que lloran y se alegra con los que están alegres; dispuesto a servir a todos para que lleguen a ser lo que el Padre quiere; en una palabra: el amor del corazón divino”. (Edith Stein, Werke V, 11)

 

“Esta suerte me fue deparada después de una experiencia, que sobrepasó mis fuerzas, que absorbió toda mi energía vital y que me privó de toda actividad. La quietud en Dios es algo totalmente nuevo y particular en contra de la negación de la actividad por falta de fuerza vital. En su lugar aparece el sentimiento de estar escondido, de estar liberado de todo problema, preocupación u obligación. Y mientras más me entrego a este sentimiento, me comienzo a llenar más y más de vida nueva, que me empuja a nuevas ocupaciones, sin que para ello actúe la voluntad.” (Edith Stein)