Aquellos otros

La pasión de Jesús se repite en la historia. Tal vez no como la vivió Jesús, pero si permanecen los mismos signos.
El Maestro ingresa triunfante a su pueblo. Palmas y ramos de olivos para dar un contexto de gloria a aquel que se revistió de humanidad para salvarnos. Muchos de los que dieron la bienvenida seguramente después gritaron crucifícalo. Estamos por atravesar dos acontecimientos históricos e importantes. El inicio de la Semana Santa y el día del Veterano de Guerra y de los Caídos en la guerra de Malvinas. Dos hechos en donde la muerte y la memoria son dos puntos referenciales. Hasta Jesús necesitó invocar a los suyos que no lo olviden: “hagan esto en memoria mía”.
Jesús tuvo tiempo de despedirse de sus amigos e incluso los invitó a orar y ellos fueron. Pero fallaron: se durmieron.

  1. Juan no tuvo tiempo de despedirse. Eran las 2 de la mañana. Sus padres solo atinaron a decir “cuídese mijito”. El soldado salió presuroso hacia el camión que lo llevaría al Regimiento. En medio de su propia soledad no entendía nada. Era invadido por deshilachados pensamientos acerca del sentido de su existencia. 18 años. Corría riesgo su vida y todavía no había vivido nada.
    Cuando Jesús oró, le pidió a su Padre evitar la ruta de la muerte. Pero entendió que ese era el camino para que otros se salvarán. El soldado Juan sabía que la sangre era el precio a pagar para que nadie tome lo que no le pertenece. Jesús siempre pensó que el pecado le arrebataba al hombre la posibilidad de la Vida Eterna. Juan no quería que nadie le quite la vida a sus seres queridos.
    Muerte y memoria. Jesús, cuando era chico le dijo a María y José, que estaban asustados porque se había perdido en el Templo, que él estaba atendiendo los asuntos de su Padre. Juan al escribir su última carta le dijo a sus padres: “Cuídense mucho mis viejitos, no se preocupen por mí, lo hago por la Patria”.
    El silencio del dolor evoca a nuestra conciencia acerca de nuestros valores. La muerte de Jesús es una constante invitación a recordar que estamos llamados para obtener la vida eterna. La promesa de la vida eterna es ejercida cuando hacemos de nuestra libertad un valor inclaudicable.
    Juan como tantos otros murieron para que este país pueda comprender que de la sangre derramada se puede hacer abono para cultivar una verdadera libertad.
    Jesús pidió memoria. Resucitó. Juan murió en la guerra, fue olvidado y abandonado, como le pasó también a Jesús. Sólo la memoria los trajo a nuestra existencia. El sacrificio no sólo es por mí, es por los otros. Aquellos otros somos nosotros.

Guillermo Alejandro Bordón