I. Violas simple y doble, color blanco

1. El que contemple atentamente la viola blanca doble y la sencilla verá en la primera todas las cualidades de una verdadera flor, con la circunstancia de presentarse la primera abierta a nuestra vista. Cándida como la nieve, apiñadas sus flores en muchos ramos, abundante, duradera, no delicada, bella y de unos perfumes aromáticos muy gratos al olfato.

¿Quién no ve aquí?

II. La castidad y la virginidad

2. La viola blanca simple nos enseña la castidad, y la doble la virginidad. La castidad sigue todos los estados considerada en sentido común, esto es, dentro de las reglas de la templanza. El soltero y soltera han de ser castos, como también el casado y la casada, el viudo y la viuda. La viola blanca doble tiene su castidad en la candidez de su flor: ésta es pura como la luz, blanca como un bollo de nieve: es virgen y madre. ¿En qué? Es virgen, no tiene semilla, sino flor, y cuando una flor cae, va a producir como la sencilla semilla: pero ¡oh prodigio de la naturaleza! una flor produce otra flor: de una flor sale otra y de ésta otra. Una virginidad concibe, y su semilla es una flor y no una planta sino una virginidad, y la Madre virgen es pura y no pierde en el parto su pureza. Si la viola virgen, cual es la doble, se acerca a otra sencilla, toca sus raíces y la fecundiza, esto es, le da virtud para producir violas vírgenes como ella, violas dobles, violas cuyas flores dan por semilla otra flor. ¿Quién no ve aquí la virginidad, la maternidad y la fecundidad en un mismo ser?

III. La castidad y la virginidad de María

3. María virgen, como la viola blanca doble, concibió una flor: nació esta flor y fue virgen Jesús como su Madre; y la Madre no perdió su pureza ni en la concepción ni en el parto. María era hija de Dios virgen. María fue hija de una virginidad y sin perder jamás su pureza, produjo otra virginidad y en la fecundidad de madre quedó siempre virgen.

IV. La castidad y virginidad a María

4. Examina bien tu jardín y mira cómo están las violas de color blanco. Hoy la Madre virgen te pide, como emblema de tu castidad, un ramillete de violas. Si no tienes de dobles, dale las sencillas, y dile:

Presentación de la pureza

ORACIÓN. Madre virgen la más pura entre las criaturas, recibid este ramo en flor: os doy un corazón resuelto, deter minado y dispuesto a guardar castidad dentro de las reglas de la templanza y de las leyes de mi estado o profesión: recibid, purísima doncella, recibid esta mi flor, y a vuestro maternal cuidado confío la planta destinada a producirla: cuidadla bien.