Este relato forma parte del proyecto: «Los poetas sociales de nuestra América. Descubriendo la bella esperanza al estilo palautiano». Estas son una serie de historias de vida, cargadas de sacrificio, esperanza, con sabor a fe; que el Equipo Provincial de Pastoral Social se encuentra trabajando durante este tiempo.
DE LA MANO DEL SEÑOR CON ROSARIO
Rosario es una mujer adulta, jovial, entregada a su trabajo, responsable, llena de vida, siempre sonriente aparentemente sin problemas, ni sufrimientos, vive desde la fe cada paso que da, reside en Rinconada de Los Andes, V Región, Chile.
Rosario nació en una familia sencilla de padres trabajadores: Juan, su papá y Margarita su mamá, es la mayor de cuatro hermanos, vivió con ellos hasta los 20 años, cuando apareció el hombre que le robó el corazón, parte con él para formar aquel nidito de amor, a los 21 años nació su primer hijo; con el hombre de su vida tuvo cuatro hermosos hijos: Amner, Mical, Nataniel y Génesis, todos nombres hebreos. Rosario, era católica pero su amado la llevo a la Iglesia cristiana, no se bautizó, es cristiana, como dice ella: de corazón.
Su relación de pareja duró 21 años. Luego él comenzó a sentirse incómodo, a sentirse viejo mientras los hijos crecían, por tanto, un día se fue dejándolos abandonados. Sola con sus cuatro hijos, ella tuvo que enfrentar la dura realidad de luchar sola para sacar adelante a estos hijos; trabajó en una pasera (selección de pasas y envasado) en paking de ajo, en paking según la temporada (uvas, manzanas, duraznos, etc.), como mujer aguerrida ha ido sacando adelante a sus hijos dándole estudios, los cuatro sacaron carrera profesional técnica y uno de sus hijos además está sacando estudios universitarios.
¿Cómo lo ha hecho?, con tenacidad, con mucha fe en el Señor, ella dice: “con la fe en alto”, es ‘aperrada’, emprendedora, con garra, siempre con una sonrisa, con alegría y optimista, positiva a pesar de las contrariedades y desafíos de la vida, de los obstáculos, de sentirse de pronto sola, cansada y con mucha responsabilidad, que las horas del día parecieran pocas, llegando agotada a su hogar después de un arduo de trabajo y de pie.
Rosario rescata de su marido lo bueno, lo que le heredó: le dejó además de sus cuatro hermosos hijos una fe más robusta, dice que: le enseñó a conocer más a Jesús, cultivar la fe, conocer y leer la Biblia, aprendiendo pasajes bíblicos, que el Señor no abandona, que está siempre junto a uno, “que hay que cubrirse con su manto”, ella dice: “que cuando una puerta se cierra otra se abre, que Él está siempre”.
Pero eso no es todo, además de criar a sus hijos está también criando a su nieta mayor: Mía. Rosario tiene tres nietos, pero mía son sus ojos y se goza con sus travesuras, con sus gracias, riendo cuenta que su nieta leyó a Job y sufría como Job, iba perdiendo sus cosas, todo, y luego se alegró porque Dios le dio mucho más, cuando habla de ella se enciende su mirada y habla con ligereza y entusiasmada de su pequeña princesa, la cual está creciendo en esta fe y amor entregado por ella.
Rosario está orgullosa de sus hijos, el cómo han ido respondiendo a sus esfuerzos, a sus luchas.
Cuenta que no todos sus trabajos han sido tan buenos, los jefes estresantes. Ahora ella trabaja en el Santuario de “Santa Teresa de los Andes”, ella dice que este último trabajo es muy bueno, trabaja con soltura, nadie anda tras ella porque es responsable, se siente bendecida por lo que hace, mientras va haciendo el aseo pasando la mopa, el paño, va orando y encontrándose con el Señor y Teresita, además dice, que el Cristo que está en la Cripta del santuario (réplica del crucifijo donde Teresita oraba muchas veces) Rosario dice: “me ha enamorado”, la ha tomado fuerte, “me encanta”, dice, no sabe qué le pasa con este Cristo en la Cruz.
Ella se emociona mientras va contando su vida, pero también sonríe todo el tiempo, dice: “que ir de la mano del Señor es como ir con una mochila y mientras se va avanzando se va alivianando, porque se camina con El, que en el Señor todo se puede”.
Rosario es esa mujer por la cual hay que sacarse el sombrero, es valiente y abnegada, dedicada y constante, cuando habla con sus hijos por teléfono lo hace con mucha dulzura, tratando de poner las cosas en su lugar con ternura, ella vive con su padre, que es un hombre mayor, jubilado, dos de sus hijos y su pequeña nieta, ella es una agradecida de Dios y de la vida.
Ahora está feliz de volver al trabajo después de este receso de siete meses por pandemia (COVID 19) y que el santuario ha estado cerrado completamente, hoy ya está abriendo con aforo determinado y protocolo.
Rosario sigue desplegando sus alas de libertad con fe, esperanza y con mucho amor en su trabajo y en su familia, agarrada de la mano del Señor y sin soltarse de Él.
Hna. Élida Águila, cmt