Guillermo Alejandro Bordón Colombres, es Argentino, específicamente de San Fernando del Valle de Catamarca. Desde muy joven se interesó por el mundo de las artes, especialmente las escénicas, en el contexto que permiten la catarsis y la expresión de emociones vicarias en el público.
Su amor por la actuación lo llevó a estudiar la carrera de Comunicación Social en la Universidad Nacional de Catamarca (UNCa). Con el paso de los años también se desempeña como actor en varias compañías en las que destaca la Compañía de Comedia Municipal de Catamarca.
Se vincula también con el Colegio El Carmén y San José de las Carmelitas Misioneras Teresianas, donde comienza a dar clases.
Asiduo colaborar se integra a la familia palautiana, profundizando su experiencia durante el año 2015 en el Curso de Carisma en Aitona (Cataluña-España).
Con la formación de la nueva provincia Virgen de Guadalupe de América, sirve en el equipo provincial de espiritualidad palautiana. Y paralelamente es panelista del programa “Mateando con la Vida”, junto a otros palautianos en la radio “Encuentro en el Valle”.
El artículo que presentamos a continuación corresponde a la Editorial escrita por Guillermo en la web de la “Radio Encuentro en el Valle”, sobre el caso del femicidio de María Soledad Morales, caso emblématico en argentina, dado que la joven era alumna del Colegio El Carmen y San José al momento de su muerte, y porque su historia, junto a las Marchas del Silencio logró el apoyo de amplios sectores en todo el país, tras lo cual se logró el esclarecimiento del homicidio y cambios en la Ley del país acerca de las penas.
LA REVOLUCIÓN DEL SILENCIO
Quisieron construir con el poder un Jericó de la impunidad. Los gritos del silencio derrumbaron para siempre esos muros. Los pasos eran pausados pero firmes, los corazones latían acelerados, expectantes. La mirada estaba hacia el frente, algún relojeo con la mirada para observar, mientras se caminaba; a los curiosos que estaban parados y atónitos a ver esas cadenas de jóvenes marchando. La mirada de los cíclopes de la impunidad se sentían sobre las espaldas. No importa. Marchamos. Las llamadas telefónicas sugerían que no era conveniente salir. Marchamos. Algunos impedimentos de directores o directoras para salir de las escuelas se querían imponer sobre esos atrevidos y revoltosos que no querían callar el dolor ante el crimen. Marchamos. (Por Guillermo Bordón)
Tal vez el primer impulso para dar el primer paso fue dudoso pero sin embargo fue el detonante para no detenerse. Un paso, dos pasos y las huellas comenzaron a marcar el camino que debía recorrerse. En el silencio solo se percibía los pies que pisaban firmes sobre el asfalto de las céntricas calles de la ciudad. En vanguardia estaban esos caprichosos jóvenes que querían pedir justicia; que dejaron de planificar la llegada de la primavera, la estación que significa vida. No podía ser. A una joven le arrebataron la vida, sus sueños, proyectos, su inocencia; su humanidad. ¿Cómo puede ser que en el mes que brotan los azahares hayan existido manos que se atrevieron a arrancar el brote más preciado de una madre y un padre?. ¿Quién determinó ser el dueño de la vida ajena y sentirse con tanta impunidad para engendrar en forma vil y cobarde el sufrimiento a una joven?. ¿Porqué?… ¿Porqué?… ¿Porqué?…
Caminar. Era la única alternativa ante el presagio de un crimen que iba a quedar impune. Mientras se caminaba, en el silencio las preguntas surgían como agua de manantial. ¿Porqué?.
No había forma de detener esa oleada. Esa formación parecía indefensas olas que pronto se desvanecerían en el primer golpe contra la orilla. Pero no fue así. Iluso fue el poder de creer que esa ola no lo golpearía hasta hundirlo en su propio fango. Hoy sigue doliendo la muerte de María Soledad. Todavía duele el golpe de las olas. Las amenazas comenzaban a querer introducir miedo pero el escudo del valor las acalló.
Silencio. Fue el mejor grito de pedido de Justicia ante la sordera del poder político. Cada caminar, cada paso, cada mirada doliente ha sido el arma de los profetas del silencio. Nada los iba a detener. Fueron quijotescas marchas para vencer a un monstruo con ropaje de molino de viento que prometía arrasar a los indefensos caminantes. Pero no fue así. El poder se desvaneció a causa de su propia ceguera.
Treinta años pasaron de esos primeros pasos. En medio del barullo de la ciudad todavía resuenan esos ecos del silencio. Las denuncias de aquellos agitados años hoy siguen siendo denuncias.
El poeta John Donne escribió un hermoso poema que puede ilustrar el significado de aquellas marchas y los reclamos de hoy. ¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?. ¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?. ¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?. ¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?. Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.
Cada ser humano es un continente en donde todos habitamos. Una vida que es arrancada del árbol de nuestra existencia es una herida inquietante. Seguimos marchando. Tal como dice la canción: “No tenemos miedo, no tenemos miedo, no tendremos miedo; nunca más….Solo con justicia nos haremos dueños de la paz”.
La deuda con la vida de las personas es extensa. Pero no hay miedo. Pronto venceremos. Hoy como ayer seguimos marchando. Somos como las campanas que siguen repicando pedidos de justicia. Esas campanas doblan por ti. Nunca más un crimen. Muchos dirán es una utopía. Pero para mí, para vos; es dar batalla contra aquellos que quieren matar los sueños.
Esta nota está dedicada a los valientes caminantes del silencio que provocaron una revolución.
VIA: www.encuentroenelvalle.com