Este miércoles 28 de febrero ha partido a la casa del Padre, hermana Gregoria Zalduegui de la comunidad Francisco Palau de Aitona, España. Esta hermana estuvo en tierras mexicanas por casi 20 años y como recuerdo de su paso entre nosotras, queremos reeditar un artículo que se hizo con ocasión de su regreso a España y que habla claramente de la impronta que dejó en quienes tuvieron la oportunidad de conocerla…
“VIDAS QUE HAN DEJADO HUELLA”
(Octubre 14, 2015_ Hna. Norma Pérez)
Hablar de la religiosa más famosa de Tlalpan o de la directora del coro, es traer inmediatamente a la memoria el nombre de Hna. Gregoria Zalduegui Uriarte CMT, una gran persona, no sólo por su estatura, sino por su suave y delicado andar por nuestro suelo mexicano y concretamente en Tlalpan.
Lo ideal hubiese sido compilar experiencias de las que hemos compartido con ella, al hacerlo sola, sin duda quedará mucho por decir y agradecer, porque esto es lo que quiero hacer, agradecer a Dios por su presencia en nuestras vidas a través de la figura de hna. Gregoria en la animación como: superiora, formadora, hermana, amiga y compañera de camino.
Corría el año 1996 , era un 31 de agosto cuando por primera vez pisaba suelo Azteca-Tlalpense, no sabía mucho de la cultura, aunque por las canciones mexicanas que solía escuchar de niña que describían la cultura intuía lo que había en ella y que con agrado palparía. Posiblemente jamás imaginó que en un abrir y cerrar de ojos 19 años pasarían de aquel bello día que por primera vez descendía del avión para ser Misionera en México. Nosotras tampoco intuíamos la agilidad del tiempo y la lentitud del corazón para aceptar la separación. Y lo escribo con nostalgia, bien sabe ella lo mucho que sostiene con su vida y testimonio nuestra vocación y misión.
Muchos se preguntarán ¿pero qué ha hecho, si no salió jamás del D.F. de Tlalpan? Aparentemente no se relacionaba con mucha gente, no salía mucho de casa y sin embargo es la más famosa de Tlalpan-México. Al verla hna. Gregoria era más bien sería, no gustaba del trato en masas, sino del trato personal. Y así fue que se metiendo en nuestras vidas: la música que la hacía vibrar al cantar en las parroquias, especialmente en San Agustín y Santa María de los Apóstoles en el coro que conducía, que aunque clásicas a muchos les llevó palpar el cielo en la tierra como decían ellos al participar en las Eucaristías.
Qué decir de la formación las que fuimos conducidas por ella. Tal vez podría definirla con estas palabras, su forma de acompañar solía ser con MANO DURA, PERO CARIÑOSA. Siempre fuimos escuchadas, acompañadas y a su modo-apapachadas. La oración, la misión, la comunión y lo Palautiano fue lo medular que nos transmitió, mucho con sus palabras, pero más con la vida. En casa su andar era silencioso como su obrar, hacía todo sin hacerse notar, de ahí mejor no describir para no dejar nada sin contar.
Con la gente hablaba poco, pero salían muy consolados al hablar con ella y eso era lo que precisamente hacía atractiva la relación, no la abundancia de las palabras, sino la sabiduría, acierto en sus consejos y la paz que en ellos dejaba. Algunos eran cuestionados e incomodados por sus palabras, tal vez por la ligereza de sus vidas o las asertivas palabras que les eran dirigidas.
Por eso, sacerdotes, religiosas y laicos la veían como una gran institución y sin ser amiga de ellos gustaban de presumir de ella al hablar con esa hermana Carmelita Misionera Teresiana que poco aparecía en público y sin embargo muchos hablan de ella con fervor.
Decir gracias, es poco por lo mucho que de ella recibimos, sabemos que su corazón seguirá recorriendo cada una de nuestras casa, nuestros rostros y elevara al Padre una oración, porque aunque no lo dijo jamás, ni le mostramos mucho, significa tanto en nuestras vidas todos los que hemos compartimos con ella en estos 19 años. Tantos recuerdos, tantas experiencias quedarán grabados en nuestras memorias y calentarán nuestro corazón para continuar en este suelo lo que hemos recibido de ella el Carisma hecha vida.
Eternamente agradecidas hna. Gregoria.