Espiritualidad Cuaresmal

“Conviértenos, Señor, y nos convertiremos” (Lam 5,21)

Fuente: Especial de Cuaresma, iglesia.cl
Jaime Carmona Fernández
Director Área Eclesial – CECh

A CUARENTA DIAS… ¿de qué?  De recibir

Los seres humanos damos y recibimos y cuando se trata de las cosas que tienen relación con Dios, lo hacemos desde un acto derivado de la fe. Así, cuando deseamos prepararnos para recibir la fiesta de la resurrección del Señor por medio del tiempo que llamamos cuaresma, nos abrimos para acoger, recibir, guardar para nosotros, para aceptar este  acontecimiento.

Al abrirnos  para recibir lo hacemos en un proceso lento y de manera personal o grupal porque lo que esperamos recibir, deseamos hacerlo nuestro, ya que lo consideramos un bien.

Recibir algo, puede hacerse de modo general, en el sentido de decir, voy a entrar en el tiempo de cuaresma. Es como tomar conciencia de que estamos en espera de la conmemoración de la pascua del Señor.

Un segundo nivel, es vivirlo como un acontecimiento esencial para nosotros y para la vida de la Iglesia, puesto que por medio de esta preparación asumimos el modo y manera en que se transmite el mensaje de la revelación de Cristo a la fe viva de los creyentes, y en la medida en que estos la reciben de forma libre y personal. No se trata se asumir la preparación a la Pascua porque así se mande, sino porque se considera importante.

Es decir, deseamos recibir, acoger y hacer nuestro en la Iglesia y como Iglesia esta preparación que pedagógicamente los pastores proponen para la vida, celebración, santidad y misión de todos en la Iglesia. Las formas concretas en el caso de la cuaresma, es la práctica litúrgica y sacramental propia de este tiempo.

El camino cuaresmal es ese mirar a Cristo y dejarse mirar por Él para percibir de su mirada amorosa el don y la gracia de una conversión profunda, hacia Dios, fruto de la gracia. Es una mirada hacia el verdadero centro.

A CUARENTA DIAS… ¿de qué?  De caminar para ser personas plenas

Cada año se vive de modo simbólico y muy real  estos días en que  nos recordamos que estamos siempre en camino hacia la Pascua convirtiéndonos, purificándonos e iluminando nuestra relación con Cristo en cada momento y en cada paso de la vida espiritual.

Tal itinerario resuena en nosotros puesto que nos sentimos llamados a algo más, a una plenitud, a un camino que vemos realizado en la Pascua de Jesús y a la que aspiramos de modo natural, sabiendo que, tal plenitud, no depende  solo de nosotros, sino también de la obra del Espíritu en nosotros.

Serán muchas las cuaresmas que seguramente tendremos que vivir para poder decir que la vida del resucitado llena nuestra vida y permite que irradiemos esa luz. El camino es poder, cada año, hacer la vivencia y experiencia de celebrar (Mistagogía) en nosotros el camino de la muerte y resurrección del Señor, pero no solo como conmemoración de lo que Él vivió, sino hacerlo en nosotros mismos.

Paradigmas de este camino son los personajes que se nos presentan en los textos bíblicos de los domingos III, IV y V del ciclo A. Descubramos en ellos nuestras propias búsquedas.

  • La Samaritana ( Jn  4,5-42)

Ella, como nosotros, busca la felicidad. Está enredada y hasta podríamos decir esclavizada, en su situación personal. Cuando se da cuenta de ello se siente y actúa de modo libre. Jesús dialoga con ella, dando cuenta de una pedagogía que no humilla, sino que enaltece, que restituye la dignidad, llenándola de luz, haciéndola evangelizadora para los demás. Por el bautismo somos restituidos en la capacidad para dar este paso.

  • El ciego de nacimiento (Jn 9,1-41)

Vive, como decimos hoy, en una situación de discapacidad, no ve. Para los evangelios y para nosotros representa la tipología de la ceguera de la persona incapaz de ver la verdad y de actuarla. No solo es la ceguera física la que Jesús restituye, sino la capacidad para abrirse a lo trascendente, a lo que plenifica.  Por el bautismo restituimos en nosotros la luz interior para distinguir en la historia lo verdadero, lo auténtico de la vida y de las cosas, y  desde ahí trascender.

  • Lázaro resucitado (Jn 11,1-45)

Vivimos nuestra vida con la conciencia de que algún día moriremos. Lázaro nos recuerda esta realidad inevitable. Entonces, el camino ¿es el disfrute? ¿Pasarlo bien? Jesús se aparece como el que le da un nuevo significado, por una parte a la muerte, como un paso, y por otra, un nuevo sentido a lo que hacemos en esta vida. Lo seguro es que Lázaro murió, y luego de esta revivificación, seguramente, le pudo dar un nuevo horizonte a su vida. El bautismo es una nueva creación. Ahí acontece la muerte y la nueva vida. Ahora en el horizonte de la resurrección.

El cristianismo tiene una nueva visión de la persona, pues desde Cristo, que se nos revela, nos sabemos salvados y el camino es el arrepentimiento y la conversión. Esto es lo central de la cuaresma.

A CUARENTA DIAS…  ¿de qué?  De vivir con gozo

La cuaresma nos conduce a la montaña de la pascua. Conocemos para celebrar y celebramos para conocer. Esta dimensión de la espiritualidad se vive en cuaresma. Ella es “signo sacramental de nuestra conversión”.

Es la Iglesia que vive en intensa conversión, ya desde el momento del bautismo. Busca vivir en su perenne juventud que viene del Espíritu que rejuvenece a la Iglesia (LG 4).

  • El que vence al demonio en el desierto aparece como vencido en la cruz,
    pero es definitivo vencedor en la Pascua.
  • El transfigurado del Tabor, Hijo predilecto, aparece desfigurado en la Cruz,
    pero es definitivamente el Resucitado y Transfigurado.
  • El que sacia la sed  de la Samaritana, aparece como sediento en la Cruz,
    y es fuente de la vida nueva del Espíritu de la Pascua.
  • El que da la luz al ciego de nacimiento se mantiene sobre la cruz como uno que no ve,
    pero permanece para siempre iluminador, es la Luz del mundo.
    • El que resucita a Lázaro acepta sumergirse en la muerte y en el sepulcro,
      Pero se convierte en Vida y Resurrección de todos.

Cuaresma es tiempo de Cruz y Gloria.

Tiempo de elección: escuchar la Palabra de Dios y la oración.
Para recordarnos el bautismo  y demás sacramentos  por medio de liturgias penitenciales,

Tiempo de revisión: Hacer algún ejercicio de penitencia.
En vista de la rica misericordia de Dios, por medio de la participación diaria en la misa o lectura diaria de los textos del día, es un vía crucis para la conversión del corazón.

Tiempo de decisión: Renovar promesas bautismales.
Para el bien de los hermanos, al asumir el signo de las cenizas, se expresa la voluntad de volver la mirada hacia el Señor.

Tiempo de prácticas: “Cuando des limosna… cuando ores… cuando ayunes… “  (Mt 6,2.5.16).
Porque la oración nos devuelve a la comunión con Dios; la caridad, nos reconcilia con los hermanos;
el ayuno nos da libertad espiritual.

La comunidad cristiana en su camino de la Cuaresma está llamada a tomar conciencia de la realidad y las necesidades de su bautismo, a hacer obras de misericordia y de servicio, y para celebrar todos los días su ser en Cristo en la Eucaristía, donde la experiencia de la rama bautismo (Rm 8,14-17; 4,4-5 Gal) alcanza su plena manifestación.

A CUARENTA DIAS…  ¿de qué?  De contar con la ayuda de la S. Trinidad en una tarea de a cuatro

El Espíritu Santo: es un protagonista silencioso. Impulsa a Jesús al desierto. Lo lleva a Jerusalén. Lo consuela en el huerto de los olivos. Nos lleva a toda la Iglesia hacia la pascua.

EL Padre. El camino de Jesús hacia la pascua es la vuelta de Jesús al Padre  (Jn 13,1)  y aquí  y con Él, vamos todos (Jn 11,52). Él, arrastra a toda la Iglesia, a toda la humanidad. Es una gran conversión hacia el Padre. Nosotros lo logramos al reconocernos como hijos del Padre, hacia Él volvemos.

Jesucristo: Con Él, recorremos el camino hacia su Pascua. En un nuevo Éxodo, Jesús aparece como el nuevo Moisés que arrastra tras de sí a toda la Iglesia. El camino del cristiano, es ser discípulo y seguidor de Cristo.

Virgen María: Ella ha acompañado escondida y silenciosamente en el camino hacia Jerusalén, hacia la Cruz y la Pascua. Su propia vida es un crecimiento, una peregrinación en la fe, en la esperanza y el amor (Cfr.LG 58). Es modelo de madre y ejemplo de ese amor generoso que debe guiar la comunidad eclesial en el parto de nuevos hijos (Marialis cultus 19). Con ella vamos seguros en la intercesión a fin de que se cumpla la gran conversión de toda la comunidad.

Conclusión

Las prácticas cuaresmales son coherentes y tienen todo el sentido si se originan a partir de un conocimiento / experiencia profunda del misterio pascual de Cristo, La oración del primer domingo de la Cuaresma nos recuerda: “… concédenos que por la gracia anual de la Cuaresma, progresemos  en el conocimiento del misterio de Cristo y vivamos en conformidad con Él”.

Es cierto que la novedad de vida en Cristo es un don recibido en el sacramento, también es cierto que esta nueva vida que florece en el bautismo no se hace de forma automática; es algo que debe ser construido día a día con el trabajo duro y con espíritu de lealtad.