SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, Tres personas y un solo Dios, como muchos hemos aprendido en el catecismo, y misterio que muchos expresan no poder comprender.
Nos podemos acercar a este misterio de varias formas.
La más común es tratando de entenderlo. Y aunque con Dios la clave no es tanto entender como aceptar, acoger y amar, ha habido muchos intentos por tratar de explicarlo, especialmente en la catequesis. Entre todas las explicaciones que he escuchado, hay una que me hizo mucho sentido. Hace unos 12 años un párroco nos pidió preparar en el centro del pasillo de la iglesia una mesita con un jarro con agua, un gran trozo de hielo y un termo. En el momento de la homilía comenzó a decir que la Trinidad era como el agua, que podíamos encontrarla en su forma natural, como hielo o como vapor, pero que en cualquiera de esas formas seguía siendo agua. Lo mismo la Trinidad, nos podíamos encontrar con el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo, pero cualquiera de ellos era el mismo Dios. A mí me sirvió mucho y cada vez que la he usado en la pastoral ha dado sus frutos.
Pero más allá de tratar de entender la Santísima Trinidad, nos podemos acercar a este misterio maravilloso mirándonos y sintiéndonos a nosotros mismos. ¿No es cierto acaso que todos llevamos dentro una sed insaciable de amor? ¿Que nuestra mayor felicidad es poder amar y ser amados?¿No es acaso el vivir relaciones de unidad y paz uno de nuestros más profundos anhelos?
Nada de eso viene de nosotros mismos. Eso lo llevamos dentro como herencia de nuestro origen trinitario. Somos hijos e hijas “creados a imagen y semejanza de Dios”, de Dios Trinidad, y por eso llevamos en lo hondo de nuestro ser el sello trinitario. ¿Cuál es ése? Precisamente el llamado a la comunión, a amar y ser amados, a formar familia, a dar y recibir amor, a espejar, reflejar en nuestra vida, con nuestra vida, esa verdad relacional que llevamos dentro.
Si bien es cierto el ejemplo del hielo me sirvió, mucho más me acerca a la Trinidad, el saber por experiencia que es “una relación de amor que se dona y se recibe ”, una relación de perfecta y total de unidad infinita, eterna, fiel, gratuita, que no se cansa, que siempre espera al otro y que engendra vida en todo lo que toca.
¡Qué privilegio! ¡Qué regalo maravilloso el llevar dentro ese sello y llamado al amor de comunión! Soy, somos, imagen y semejanza de un Dios Trinidad, un Dios Familia, un Dios Relación, un Dios de Fraternidad.
Que en este domingo en que celebramos la Santísima Trinidad, podamos reconocernos sellados y equipados no sólo para vivir trinitariamente sino para comprometernos en promover, siempre y en todo lugar, fraternidad, unidad, paz, la comunión, vida y relaciones de amor.