CUARTO DOMINGO DE CUARESMA

La Palabra de este domingo es para todos los hijos que de alguna manera nos hemos alejado de la casa del Padre, del corazón del Padre, y que un buen día nos sentamos y sentimos ese tremendo vacío y sin sentido y como el hijo menor del Evangelio, decidimos ponernos en camino “de regreso a la casa del Padre”, pero ¿Qué es eso?

¿Qué es ponerse en camino de regreso a la casa del Padre? ¿Es acaso regresar a misa? ¿O las antiguas costumbres o devociones? ¿Es volver a participar en alguna comunidad de la parroquia? ¿Es volver a cumplir los mandamientos? ¡No! Volver a la casa del Padre comprenderá eso a la larga, pero antes,  es darnos la oportunidad de ser profunda y maravillosamente amados, es darnos la oportunidad de recibir un abrazo del amor más puro que puede existir, un amor capaz de sanar nuestras heridas, calmar nuestros dolores, devolvernos el sentido de la vida, experimentarnos honda y sinceramente amados porque sí, porque somos hijos e hijas, es darnos la oportunidad de experimentarnos restaurados en nuestra dignidad y de acoger la gratuidad con que todo esto se nos regala.

Ir de regreso a la casa del Padre es  el camino para los  “cansados del camino”,los que un día cualquiera nos sentimos suficientemente grandes como para hacer nuestra propia ruta sin necesidad de cansancioÉl,  los que partimos a luchar con las propias fuerzas, presumiendo de una fortaleza y búsquedas que son más nuestras que de Dios, para los que hemos dicho a Dios  “Dame mi dinero” porque puedo solo, puedo sola, y partimos creyendo que  el tiempo de depender  de nuestro Padre ha pasado, para los que  alguna vez  hemos probado “las tierras lejanas”, para los que  tarde o temprano  nos sentimos cansados, vacíos, hambrientos, sedientos, y como el hijo menor nos decimos “en la casa de mi Padre hay abundancia y yo aquí pasando hambre” y regresamos,  y cuando nos vamos acercando vemos a nuestro Padre que viene a nosotros con los brazos abiertos, con sus ojos llenos de amor y recibimos su abrazo en el que quisiéramos permanecer para siempre… porque allí hay descanso para nuestro espíritu, paz para el alma, gratitud y gozo  en el corazón.

Hay un canto hermoso que lo dice muy bien:  “Cansado del camino, sediento de ti, un desierto he cruzado, sin fuerzas he quedado, vengo a Ti…necesito refrescar este corazón sediento de TI” y así sigue…

Ojalá que en este domingo bello todos los alejados de la casa del Padre, todos los cansados del camino, meditemos y oremos el Evangelio, y regresemos a la casa de nuestro Padre, hoy y ahora es el tiempo de dejarnos abrazar,  porque hoy y ahora es el tiempo  de permitirle a nuestro Padre reconstruir nuestra vida en su glorioso amor.