CUARTO DOMINGO TIEMPO COMÚN
A veces somos muy legalistas y le ponemos esquemas y medidas a Dios, ¡Nuestros esquemas! ¡Nuestras medidas! Sin embargo Dios sólo tiene una medida y un esquema: la medida del amor y el esquema del amar sin medida.
A la viuda de Sarepta y a Namaán, el leproso de Siria, de Dios los trata con amor. ¿Qué no entraban en los esquemas judíos por ser extranjeros? Pues para Dios no era un problema, porque Él es el Dios de todos y para todos. Su amor y su misericordia no distinguen, no tiene esquemas, y simplemente se derraman en quienes lo buscan, en quienes lo necesitan, en quienes lo aceptan como Mesías y Señor.
El amor es la gran profecía de Dios; y toda la historia de salvación nos dice ¡El amor reinará! Este es el gran eco que resuena y ha resonado a lo largo de los siglos ¡El amor reinará! porque reinará Él, que es Dios de amor.
Y nosotros creyentes encontramos nuestra misión en ese amor y en ese amar…. Nuestra vida tendrá sentido y plenitud sólo sí nos atrevemos y nos decidimos a amar con el amor de Dios, al modo de Dios, a quienes El ama y cómo El los ama. Fácil no es, lo sabemos, pero contamos con la fuerza del Espíritu Santo y con la fidelidad de Dios.
Que hermoso saber que cuando el amor nos pide aquello que nos cuesta más, allí está nuestro Dios sosteniéndonos, animándonos, fortaleciéndonos. Y así cuando el amor nos pide volver a empezar, o perdonar, o entregarnos a una obra, o servir a nuestros hermanos, o elegir la honestidad en lugar del engaño, la vida en lugar de la muerte, la fidelidad en lugar del adulterio, la generosidad en lugar del egoísmo, la luz en lugar de la oscuridad, a Dios en lugar de fetiches, supersticiones y caminos humanos… escuchamos en lo profundo del corazón la voz de Dios que nos anima igual que lo hace con el profeta en la primera lectura: ¡Ponte de pie!, ¡No tengas miedo!, ¡Yo te convierto en plaza fuerte! ¡Yo te convierto en columna de hierro!
Y así es ¡Dios sostiene, fortalece y acompaña a quienes se atreven a vivir amando, y a hacerlo con su amor y a su modo!. Tal vez amar así no entraba en nuestros esquemas culturales o sociales, tal vez el invertir mi tiempo y energías en servir a los demás no era parte de mi proyecto de vida, tal vez el perdonar o servir a esa persona que me ha hecho tanto daño no entraba en mis planes,, tal vez…
Pero Dios, espera, nos espera, te espera… ¡Es cosa de decidirse y atreverse!