Hoy nuestra familia carmelitana está de fiesta, recordamos a Teresa Benedicta de la Cruz; Edith Stein.
Edith nació en Breslau (1891), ciudad que perteneció a Alemania y que luego pasó a Polonia. En la adolescencia dejó la religión judía porque no encontraba en ella sentido a su vida.
Más adelante llegó a ser una brillante estudiante de fenomenología en la Universidad de Gottiengen y el filósofo Husserl la escogió antes que a Martín Heidegger (uno de los filósofos más importantes del siglo XX) como asistente de cátedra. Finalmente Edith recibió el título de Filosofía de la Universidad de Friburgo.
En 1921 Edith decide acompañar a una amiga que había quedado viuda y se queda impactada al encontrarla con una gran paz y fe en Dios. Es así que deseó conocer la fuente de estas gracias y empezó a leer, en casa de la viuda, la biografía de Santa Teresa de Jesús.
Entró en un estado de crisis profunda y a la vez de purificación hasta que meses después decide ser bautizada. Busca la ayuda de un sacerdote y recibe el sacramento en 1922. Al ser católica se siente más judía porque encuentra en Jesucristo el sentido de toda su fe y vida.
Poco a poco va brotando la inquietud vocacional en ella, mientras es acompañada por su director espiritual. Las situaciones políticas en Alemania empiezan a empeorar, pero Edith no se desanima e ingresa al Carmelo, que había sido su sueño por muchos años. El 15 de abril de 1934 toma el hábito carmelitano y cambia su nombre a Teresa Benedicta de la Cruz.
La situación para los judíos empeora y Edith pide ser trasladada para evitar peligros a las religiosas del lugar. Es enviada a una comunidad en Holanda junto con su hermana Rosa, quien también se había convertido al cristianismo y servía como hermana lega.
Las fuerzas nazis de ocupación en Holanda declaran a todos los católicos-judíos como “apartidas”. Un cuerpo militar nazi ingresa al convento carmelita dónde estaban Edith y su hermana y las apresan. Al salir, la Edith toma de la mano a su hermana y le dice: “Ven, vayamos, por nuestro pueblo”.
Fueron llevadas al campo de concentración de Westerbork y los prisioneros quedaban admirados del testimonio de paz de Santa Edith, quien se preocupaba por ayudar y dar consuelo a los demás aún en las duras condiciones de humillaciones y tormentos que vivían.
Son enviadas a Auschwitz, junto a unos mil judíos, y llegan al campo de concentración el 9 de agosto de 1942. Inmediatamente los prisioneros son conducidos a la cámara de gas y Santa Edith parte a la Casa del Padre.
Santa Edith Stein fue canonizada por Juan Pablo II en 1998, quien le dio el título de “mártir por amor” y en octubre de 1999 fue declarada co-patrona de Europa.
(FUENTE: Aciprensa)