como familia carmelita queremos celebrar la fiesta de San Juan de la Cruz.

Nació el 24 de junio de 1542 en Fontiveros (Ávila, España). Pasó la niñez en la pobreza y la juventud en el duro trabajo. En 1551, emigró con su familia a Medina del Campo, donde comenzó su formación cultural y profesional, mientras se desempeñaba como recadero en el Hospital de las Bubas.

Su deseo de honrar a la Santísima Virgen María determinó su opción por la Orden de Nuestra Señora del Carmen. En 1563, a los veintiún años, ingresó al Carmelo de Medina y vistió el hábito con el nombre de fray Juan de Santo Matía, profesando al año siguiente. El año de 1567 es particularmente significativo en el calendario sanjuanista; en julio recibió la ordenación sacerdotal en Salamanca y en agosto cantó su primera misa. En septiembre-octubre tuvo su primer encuentro con la Madre Teresa de Ávila, quien lo conquistó para su reforma. Al concluir en 1568 sus estudios de Teología en Salamanca, regresó a Medina para explorar con la Santa los planes reformatorios.

En su vida sacerdotal el Padre Juan “soportó tribulaciones y cárceles con heroica paciencia”, relatan quienes vivieron cerca de él. En enero de 1576 fue llevado preso a Medina del Campo y liberado poco después. El 2 de diciembre de 1577 fue nuevamente apresado por los Calzados de Ávila y permaneció nueve meses en la prisión conventual de Toledo.

En julio de 1591, el Provincial Nicolás Doria lo destinó para viajar a Nueva España (México); pero en septiembre de ese año cayó enfermo y salió para Úbeda, donde pasó los últimos meses de su vida. La noche del 13 al 14 de diciembre murió santamente, a los 49 años de edad. Beatificado el 15 de enero de 1675, fue canonizado el 27 de diciembre de 1726 y declarado Doctor de la Iglesia el 14 de agosto de 1926.

La obra de san Juan de la Cruz desborda imágenes que transforman la naturaleza en símbolos para comunicar una experiencia espiritual inefable. Sus enseñanzas se centran en la reconciliación de los seres humanos con Dios a través de una serie de pasos místicos que inician con la renuncia a las distracciones del mundo. Ofrece así un mensaje estimulante y seguro, perennemente válido, en la envoltura