Tenemos para este día una yerba que va entre pies. Se planta por los senderos de los jardines, y aunque sea a la vista despreciable, pero su olor es muy fino y fuerte, y si la pisan y la aplastan, es precisamente entonces que da su gran fragancia. No tiene la belleza de la rosa, pero su reina la toma a su lado por camarera para formar con ella coro, corte y ramillete.
Hagamos examen de nuestra obediencia. ¿Obedeces a Dios? ¿Oyes y sigues sus inspiraciones? ¿Obedeces a la Iglesia y a sus pastores? ¿Obedeces a tus confesores? ¿Obedeces a todos aquellos a quienes Dios ha puesto sobre ti para gobernarte? Si obedeces ¿cómo? ¿Voluntariamente y de buen grado y con gozo, sea el precepto duro o ligero, sea fácil o penoso? ¿Te dejas pisar como la mayorana? Cuando un superior te reprende ¿das perfumes de humildad, o bien te conviertes en un espinal erizado por tu soberbia? ¿Obedeces bien? Piénsalo, medítalo, y mira que, si no te sujetas, si no te rindes, si no obedeces, serás como rebelde lanzado con los ángeles soberbios al infierno. Resuélvete a obedecer y a obedecer bien; toma la mayorana, adorna con ella la rosa, y, presentando a María tu obediencia, dile:
Señora:
Pongo mi mayorana en vuestras manos.
Yo me comprometo a obedecer humilde,
dócil, con amor, voluntariamente,
sin murmuración ni quejas,
con prontitud y fidelidad a Dios
y a cuantos representan su autoridad.
Jardinera mía,
a vuestra habilidad
y a vuestra maternal solicitud
fío mi mayorana: cuidadla bien.