El jazmín sirve en nuestros jardines para vestir arcos, gaviones y casillas de campaña. Es en el verano una garantía para los ardores del sol. No sabe tenerse en pie y necesita quien le tienda su mano y le dirija, y si no, cae en tierra y se enreda entre las demás flores. Su flor pequeñita es de una fragancia muy fuerte y envía muy lejos sus perfumes.
Un hijo fiel es para sus padres un hermoso y fresco jazmín, que les hace sombra en su vejez con la espesura de sus brazos y hojas; viste en el verano su tienda de campo, y mientras reposan allí de las penalidades y trabajos de su larga carrera, les conforta la exquisita fragancia que exhala de entre sus ramilletes de flores.
Debes amor, gratitud, honor no sólo a Dios, sino a tus padres, a tus maestros, y a todos tus superiores. ¿Has pagado este tributo?… ¿Lo pagas ahora? Examínalo bien, porque si dejas deudas, no entrarás en el cielo hasta que las hayas pagado todas. Ve cómo está el jazmín en tu corazón: ¿está en flor? Estamos en mayo… Recoge sus flores, y porque pertenece a la justicia, únelas al lirio y a la rosa, y al ofrecer a María tu ramillete le dirás:
Señora mía:
Ahí va el jazmín de mi piedad,
de mi amor, de gratitud para con mis padres.
Yo me obligo hoy a amarles,
a respetarles, a servirles,
a auxiliarles en sus necesidades espirituales y materiales.
Recibid, mi amada jardinera,
estas flores cogidas de mi jazmín,
que pongo desde ahora
bajo vuestra dirección y encargo.