Este verano ha sido uno de los más especiales en mi vida, pues tuve la gran bendición de participar en la Misiones Vocacionales que han marcado un sello en mi caminar de fe y de encuentro con el Padre; especialmente por el compartir fraterno con todas aquellas personas a quiénes nos encontramos durante la misión.
Esos días de Evangelización fueron días de mucha acción, fueron días de vibrar por ir al encuentro del hermano, fueron días repletos de amor; llenos de Cristo. Con cada prójimo que nos encontrábamos íbamos sintiendo la presencia y la caricia de Jesús; y al mismo tiempo conociendo la difícil situación por la cual atravesaban.
El gran incendio forestal que aquejó al sur de nuestro país tuvo como resultado grandes daños en las propiedades de las personas, hasta cobró víctimas fatales, muchas de las familias que visitamos habían visto perder en un segundo todo el esfuerzo de su vida, todo se consumía en llamas… Pero mucho más allá de toda esa pérdida material era admirable la fe y entereza de las familias, quedábamos asombradas al escuchar el relato de cómo sucedieron las cosas, asombradas de cómo las familias a pesar de que lo habían perdido casi todo agradecían el Don de la vida y de la unión. En un caso particular en una de las tantas visitas que realizamos la Sra. Berta nos decía que en aquellos momentos de aflicción en que el fuego los rodeaba; ella mantenía la esperanza; depositaba toda su confianza en Dios y la Virgen María unidos en familia; y en lo personal para mí ese hecho fue uno de los más fundantes porque a pesar de lo turbado de la situación ella se sostenía en Cristo Vivo, me hizo pensar en que aunque mil veces nos caigamos, no dudemos en que Dios nos va a levantar, Él nació, se hizo hombre, murió y resucitó para que tengamos esperanza; esperanza en la roca que nos salva.
Toda esta gran acción y movimiento que realizábamos siempre iba acompañado de una profunda oración en comunidad; compartiendo las vivencias y sensaciones entre todas las que participábamos de la Misión, eran momentos de mucha comunión donde cada una hablaba desde el corazón, convirtiendo el silencio en una alabanza armoniosa a nuestro Dios, donde decir “silencio” era decir Dios.
En toda este peregrinar estuvo siempre el carisma palautiano; donde compartir en comunidad hacía mucho más dulce el caminar.
Es así como en esta misión sentí especialmente la mano tierna y generosa del Señor, aprendí que hay que tomar todos los riesgos necesarios;  perder la vida por Dios es ganarla, que cada uno de mis prójimos es un regalo. Que Cristo la causa de nuestra alegría sobrepasa todo parámetro humano, que la forma de medirla es la Fe y la Esperanza. Aprendí que hay que correr al encuentro del hermano, pero que no consiste en movernos por lo que sentimos; sino; que consiste en movernos por Amor.
Hnos y hnas les transmito toda mi alegría de poder haber sido parte de esta hermosa misión vocacional de las Carmelitas Misioneras Teresianas, me siento bendecida por Dios en plenitud.
Y para finalizar les digo: que si el Amor los llama, Síganlo.

                                                                                                                                                              Laura Matamala

LAURA, INGRESARÁ AL POSTULANTADO EL 26 DE FEBRERO PRÓXIMO, ACOMPAÑÉMOSLA CON NUESTRAS ORACIONES.