Por David Montenegro.

En primera instancia, quiero agradecer infinitamente a Dios y a Santa Teresa de Jesús de Los Andes, por permitirme conocer hace bastante años, tan hermosa congregación, como el caso de las Carmelitas Misioneras Teresianas.

Especialmente me siento muy unido a mi comunidad del Santuario de la Virgen del Carmen, donde se veneran los restos de nuestra primera Santa Chilena. Estoy muy gratificado con todas las hermanas que me han permitido compartir el carisma Palautiano, y que de igual forma me han visto crecer, me han acompañado, aconsejado y alentado en los momentos difíciles.

Sin duda, la oportunidad de vivir esta Misión era algo nuevo para mí, ya que nunca había tenido la posibilidad de participar en alguna actividad de esta índole en mi formación cristiana. Puedo mencionar que me sentí muy querido por la gente, su calidez y entrega al momento de estar con ellos.

Cuando llegamos a Ñipas, encontré  extraño el hecho de misionar en un sector donde ya hay establecida una comunidad que frecuenta la única parroquia del lugar, entonces el párroco P. Edgardo, nos condujo al lugar donde  sería nuestra misión.

El sector era conocido como El Laurel, una comunidad que era la más alejada de la sede parroquial.

Al estar allí sentí una sensación, ya que al llegar de noche no se veían muchas casas, entonces pensé “No vamos a demorar nada en recorrer el sector y quedaremos desocupados”….Al día siguiente ya con la luz que ilumina toda la tierra, mi sorpresa fue aún mayor al darme cuenta que si habían muchas casas, pero para llegar a ellas había que recorrer grandes distancias.

Lo más cautivante y a la vez sencillo fue la experiencia de caminar más de una hora para poder visitar a las familias, lo que permitía un mayor compromiso y sacrificio por esta misión. En los tiempos libres mientras caminábamos estas distancias los ocupábamos para misionarnos entre nosotros mismos, conocer nuestras experiencias e inseguridades, además con orar y cantar al Señor.

Este era un momento muy personal de encuentro con el Señor a través de toda la obra de la creación. Además no importó el cansancio y las grandes distancias recorridas, ya que al ver que cada hogar era evangelizado y posteriormente esas familias agradecían con la oración, nuestra visita me llenó de gozo.

Cada familia que visitamos  tenía una historia, con alegrías, penas, anhelos, esperanzas. Nos abrían las puertas de sus hogares y de sus corazones para que nosotros entrásemos en lo más profundo de su ser. En algunos casos se veían afectados, principalmente por un incendio forestal ocurrido recientemente por la zona.

La vida en nuestra comunidad fue muy hermosa, me sentí “bendito entre todas las mujeres” compartiendo gran tiempo con todas, participando en  actividades y labores comunitarias.

Doy gracias al Señor especialmente por compartir con una de nuestras Postulantes, Cecilia Fernández. A ella la ubicaba hace muchos años, cuando llegué a participar al Santuario, ya que en ese tiempo ella trabajaba en la librería, pero nunca habíamos tenido oportunidad de conocernos.

En una de nuestras caminatas cuando íbamos a buscar a Agustín y René, recordamos cuando estudiábamos en el mismo liceo, pero no teníamos comunicación alguna, ya que estábamos en diferentes cursos y yo sólo sabia que trabajaba en el Santuario. También vino a mi mente cuando ella estudiaba en la universidad y tenía clases en el liceo donde yo trabajaba. A la vez mucha nostalgia sentí al recordar momentos que ya han quedado en el pasado. Mi oración con Cecilia y con todas las postulantes CMT para que sean bendecidas en su vocación.

Por motivos personales, tuve que regresar antes de finalizar la misión. Con gran tristeza dejé ese lugar hermoso, pensando en todas las lindas personas que conocí y con el entusiasmo de volver en una próxima oportunidad.

Finalmente quiero dar muchas gracias a las hermanas Jéssica y Roxana, por hacerme participe de la Pastoral Vocacional del Carmelo Palautiano. También mis cariños a todo el equipo de misión: Hna. Gisella, Cecilia, Pamela, Katherine, Flavia, Cecilia, Laura, Francisca, Ninoska. Fue una experiencia muy enriquecedora junto a todas ustedes. Y como no recordar al Padre Edgardo, párroco de Ñipas, que siempre estuvo atento a nuestras necesidades durante el desarrollo de nuestras actividades.

Espero que mi testimonio escrito y audiovisual preparado con mucho cariño para nuestra congregación de Carmelitas Misioneras Teresianas, pueda ser instrumento para muchas jóvenes que sientan el llamado a la vida religiosa o para cuantos quieran compartir cercanamente con esta gran familia del Carmelo Palautiano, ya que como dice nuestro padre Fundador, el Beato Francisco Palau y Quer “Nuestro Corazón está fabricado, para amar y ser amado. Y solo vive de amor”.

David Montenegro.

Integrante del Equipo de Pastoral Vocacional.