Cada Viernes Santo nos encontramos cara a cara con la incondicionalidad y generosidad del amor de Cristo; un amor que por ti y por mí fue de pueblo en pueblo contándonos que somos amados, que tenemos un Padre acogedor, que desea nuestro bien y felicidad, que nos conoce por nombre, un amor que no pide nada a cambio, un amor que por ti y por mí fue perseguido, calumniado, atacado, perseguido.
Hoy es día de mirar a Cristo crucificado y hacer silencio, un profundo y gran silencio… porque allí está el Maestro, el Hijo de Dios diciéndonos yo te amo… así te amo…
Miramos la cruz y nos conmovemos, y qué bueno que nos conmovamos, porque Jesús está en la cruz también por ti y por mí. Cuando Él decía “tengo sed” y “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” no hablaba sólo de los maestros de la ley, los fariseos y los romanos que lo crucificaron, tú, yo y la humanidad entera estábamos también en su corazón, porque tú y yo y la humanidad entera necesitábamos su redención, su salvación.
Hay un hermoso canto en inglés ¿Estabas tú ahí cuando crucificaron a mi Señor? (Where you there when they crucified my Lord) que nos hace tres preguntas importantes:
¿Estabas ahí cuando ellos crucificaron a mi Señor?
¿Estabas allí cuando lo clavaron en la cruz?
¿Estabas allí cuando lo pusieron en la tumba?
Hoy es el día para responderlas. Hoy es el día para mirar nuestro interior, nuestra vida y actitudes y descubrir qué de lo mío estaba allí. Hoy es el día para reconocer por qué yo sí estaba allí, por qué la humanidad entera estaba allí.
Busquemos en este día un tiempo para responder estas preguntas y luego darle gracias a Dios por su amor infinito e incondicional.