Nuestra hermana Fanny Salazar, Profesora de Religión, nos regala esta hermosa meditación acerca del Evangelio del 4º Domingo de Cuaresma:
Evangelio según San Juan 9, 1-41
Sin lugar a dudas debo partir diciendo que es un texto de una riqueza tremenda. Creo que tal como es inagotable la Palabra de Dios, es inagotable la enseñanza que este relato me ha regalado. Siento que antes de partir con esta meditación, estaba ciega y hoy he podido ver algunos rayos de luz…
El tema central de este relato es la Luz que es Dios, el cual penetra y esclarece nuestras vidas. Así como penetró y aconteció en la vida de un hombre ciego de nacimiento. Tanto ayer como hoy, la condición de ser ciego es considerada una limitación y una desgracia, pues las cosas no resultan fáciles y al parecer mucha empatía no existe, al contrario, es bien contante la discriminación.
Por otro lado cabe mencionar que la oscuridad no permite, ni favorece trabajar y desenvolverse sin problemas. Sin ir más allá, en tiempos de Jesús, ser ciego o padecer cualquier mal, significaba cargar a cuestas la señal del pecado. Pudiendo este, ser entendido como propio o heredado, tal como nosotros hemos recibido de Adán y Eva el pecado original.
Sorprende y nos hacer ver este relato, como Dios manifiesta la iniciativa de querer venir a nuestro encuentro. Es Él quien se compadece primero, viene hacia nosotros, puesto que es conocedor de todas nuestras miserias. Es Él, quien ve al ciego de nacimiento, como también ve la ceguera espiritual que rodea nuestro mundo. Con mayor razón es el ciego de
nacimiento, una señal eficaz de su poder; donde sana y hace ver en él, la manifestación de esperanza y salvación.
Jesús, ha elegido y enviado a este hombre ciego, para dar testimonio de una vida iluminada por Él, donde quien permanezca junto a él no caminará en la oscuridad de la noche. El ciego recibe una transformación, en él se ha abierto el camino a una vida nueva, se convierte en un hombre de fe, lleno de esperanza y dicha. He aquí la maravillosa acción de
Dios: quien es capaz de permitir el mal, para depositar su gracia y transformar. Por eso no importando qué tan oscura y penosa prueba nos toque abrazar, Dios siempre tendrá un lugar privilegiado para transformar y convertir todo en una bendición, puesto que él no se olvida de su obra creada ¡no se olvida de sus hijos! Jesús, llama a trabajar de día, pues su presencia es la luz. Dios quiere que seamos luz junto a él, que obremos y permanezcamos en su luz, contagiando al mundo entero. No sirve que muchos se esfuercen y trabajen si finalmente no se han dejado guiar e iluminar por Él.
Jesús nos advierte que su presencia nos da la garantía de una vida trasformada, de una vida alegre y victoriosa. Un mundo sin Dios es un mundo que anda a tropiezos y engaños, que no puede ver con claridad la verdad. Permanecer en su luz es también dejarse guiar, es hacer la voluntad de Dios. ¿Cuantas veces nos hemos pillado en un escenario distinto este? al parecer hay muchos que hemos optado y elegido andar en tinieblas, apartados del amor de nuestro Padre, esto al parecer es lo que ocurre con los fariseos y judíos del relato, que dicen conocer a Dios y su ley, sin reconocerle verdaderamente, no porque estaban ciegos, sino porque el pecado había manchado sus ojos.
La desconfianza, la soberbia y el desamor son actitudes que no brotan del ciego, sino de aquellos que dicen ver y conocer, sin reflejarlo en sus obras. Hay otros que permanecen temerosos e inquietos, con algunas luces de Dios que están penetrando en sus corazones, pero hay algo que no los deja avanzar. La fe es finalmente la que entrega este poder. Quien
cree, puede ver y disfrutar de las infinitas bendiciones que Dios ha puesto en nuestra vida. Es hoy cuando estamos invitados a transformar nuestras vidas, de pasar de la oscuridad de la noche a la luz del día, de pasar del desaliento a la esperanza; es tiempo de aferrarnos al Amor y de poder compartir esta luz de Dios con quienes aún no pueden ver. No sea que veamos y quedemos ciegos.
Fanny Salazar M