PREPARÁNDONOS PARA PENTECOSTES:

La tercera Persona de la Trinidad es quizás de la que menos se habla. Solo se conoce de El que actuó en la Virgen María, en Penteostés y alguna otra cosa más. Pero ¿Quién es realmente el Espíritu Santo?. ¿Cómo me puedo relacionar con El?. Es por eso que a continuación damos algunas verdades prácticas pueden ayudar en esta relación con Dios mismo, con el AMOR,  al cual llamamos, ESPÍRITU SANTO.


 

1. El Espíritu Santo es una Persona. Él no es un borroso “poder” o “cosa”. Con frecuencia oigo a personas referirse al Espíritu como un “ello”, como si el Espíritu fuese una cosa o una fuerza que nosotros podemos controlar o utilizar. Esta distinción puede parecer sutil o trivial, pero en realidad es un mal entendimiento muy grave del Espíritu y de su papel en nuestras vidas. En Juan 14:17 leemos que el Espíritu “vive con ustedes y estará en ustedes”. Esto nos llama a una relación con el Espíritu, en lugar de permitirnos pensar que podemos tratar al Espíritu como un poder que agarrar a fin de lograr nuestros propios propósitos. El Espíritu Santo es una Persona que tiene relaciones personales no sólo con creyentes, como hemos visto, sino también con el Padre y el Hijo. Vemos al Espíritu obrando en conjunción con el Padre y el Hijo en múltiples ocasiones a lo largo de las Escrituras (Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14).

2. El Espíritu Santo es Dios. Él no es un tipo de Ser menor o diferente de Dios Padre o Dios Hijo. El Espíritu es Dios. Las palabras Espíritu y Dios se utilizan de forma intercambiable en el Nuevo Testamento. En Hechos leemos del desafío de Pedro a Ananías: “¿cómo es posible que Satanás haya llenado tu corazón para que le mintieras al Espíritu Santo y te quedaras con parte del dinero que recibiste por el terreno?… ¿Cómo se te ocurrió hacer esto? ¡No has mentido a los hombres sino a Dios!” (5:3-4). En estos versículos vemos que Pedro explícitamente se refiere al Espíritu Santo como Dios. Es vital que recordemos esto. Cuando olvidamos al Espíritu, realmente estamos olvidando a Dios.

3. El Espíritu Santo es eterno y santo. Leemos en el Evangelio de Juan sobre la promesa de Jesús a sus discípulos de que el Espíritu estará con ellos para siempre (14:16). Y en Hebreos leemos que fue mediante “el Espíritu eterno” que Jesús “se ofreció sin mancha a Dios” (9:14). El Espíritu no es sólo un espíritu volátil y caprichoso que viene y va como el viento. Él es un ser eterno. El Espíritu es también santo. Obviamente, comúnmente le llamamos “Espíritu Santo”, y esto se refuerza en todo el Nuevo Testamento (Romanos 1:4 y 5:5 son dos ejemplos). Pero consideremos este hecho increíble: debido a que el Espíritu es santo y vive en nosotros, nuestros cuerpos son santuarios santos desde el punto de vista de Dios. Con demasiada frecuencia despreciamos nuestros cuerpos como fuente de pecado y de nuestro estado caído; sin embargo, ¡ellos son precisamente el lugar donde Dios Espíritu escoge vivir!

4. El Espíritu Santo tiene su propia mente, y Él ora por nosotros. Romanos 8:27 dice: “Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios”. No sé de usted, pero a mí me resulta muy consolador el pensamiento de que el Espíritu de Dios ora por mí según la voluntad de Dios. Muchas veces en mi vida no he sabido qué orar, ya fuese por mí mismo o por otros. Otras veces oro cosas estúpidas. Por ejemplo, hace tiempo estaba yo jugando al golf con algunos amigos y decidí que realmente quería golpear en los setenta (generalmente estoy en los noventa). Así que, en un momento de superficialidad, oré que Dios me capacitase para jugar mi mejor partido. Supongo que el Espíritu Santo también estaba orando, porque aquel día tuve 115 golpes (posiblemente mi peor marcador). El Espíritu sabía que yo necesitaba trabajar en mi enojo y mi humildad, en lugar de añadir a mi orgullo.
En cualquier situación dada, puede que no sepamos exactamente cómo deberíamos orar o qué deberíamos hacer; pero podemos tener confianza en el hecho de que el Espíritu Santo conoce nuestro corazón y la voluntad de Dios, y Él siempre intercede por nosotros.

5. El Espíritu tiene emociones. Por mucho tiempo, siempre que leía que no hemos de entristecer al Espíritu Santo (Isaías 63:10; Efesios 4:30), pensaba que eso era un poco exagerado. Casi parece un sacrilegio decir que yo podría entristecer a Dios. ¿Quién soy yo para tener tal poder sobre el Espíritu? Eso no parece correcto. De hecho, hasta parecía incorrecto decir que Dios tiene sentimientos; por alguna razón, yo sentía que eso le menospreciaba. Batallé con esos pensamientos durante un tiempo hasta que finalmente comprendí de dónde provenían. En nuestra cultura, tener sentimientos o emociones se equipara con debilidad. Eso es una mentira que está profundamente arraigada en muchos de nosotros.

Dios creó los sentimientos. Sin duda, como cualquier otra cosa, se pueden malentender y abusar de ellos; pero la intención y el propósito de los sentimientos vino de Dios. Ya que Él creó las emociones, ¿por qué es difícil creer que Él mismo tenga emociones? El Espíritu se entristece cuando se produce una brecha en la relación, ya sea en la relación con Dios o en la relación con otras personas. Cuando no estamos unidos, somos desagradables, odiamos, tenemos celos, murmuramos, etc., es cuando entristecemos al Espíritu de Dios. Y ya que Él es el creador de las emociones, yo creo que el Espíritu se entristece más profundamente de lo que nunca podremos entender.

¿Cómo responde usted cuando oye esto? ¿Le molesta? ¿Cuándo fue la última vez que usted sintió tristeza porque su pecado causó dolor al Espíritu Santo? Hace algún tiempo, dos mujeres de mi iglesia se enojaron cada vez más una con la otra. Los tres nos sentamos en mi oficina, y yo les escuché expresar apasionadamente las razones de su frustración. Yo carecía de sabiduría para decidir quién “estaba más equivocada”. Simplemente lloré mientras ellas hablaban. Les dije que estaba profundamente entristecido porque sabía lo que mucho que nuestro Padre aborrecía eso. Aunque es raro que me hagan llorar, ha habido numerosas ocasiones en que soy abrumado por la tristeza que miembros de la iglesia Cornerstone han amontonado sobre el Espíritu Santo mediante la terquedad y la falta de perdón.

Creo que si verdaderamente nos preocupásemos por la tristeza del Espíritu Santo, habría menos peleas, divorcios y divisiones en nuestras iglesias. Quizá no se deba a una falta de fe sino a más bien a una falta de preocupación. Oro por el día en que los creyentes se preocupen más por la tristeza del Espíritu Santo que por la suya propia. De hecho, oro para que algunos de ustedes, lectores, sean quebrantados por la tristeza que han causado al Espíritu Santo. Tan quebrantados que realmente dejen a un lado este libro y trabajen para resolver cualquier conflicto que tengan con otros creyentes (Romanos 12:18).

6. El Espíritu Santo tiene sus propios deseos y voluntad. En 1 Corintios leemos que los dones del Espíritu “lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina” (12:11). Este es un importante recordatorio de quién tiene el control. Al igual que nosotros no somos quienes escogemos los dones que se dan, tampoco escogemos lo que Dios quiere para nosotros o para la iglesia. El Espíritu tiene un plan para nuestras vidas, para cada uno de nosotros. Y Él tiene un plan para la iglesia, incluyendo su congregación local individual y el cuerpo global de Cristo.
Si es usted como yo, probablemente tenga un plan para su propia vida, para su iglesia, y quizá para el cuerpo de Cristo en general. Por eso necesitamos desesperadamente orar, como hizo Cristo: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.

7. El Espíritu Santo es omnipotente, omnipresente y omnisciente. Estas son palabras teológicas que esencialmente significan que el Espíritu todo lo puede (por ej., Zacarías 4:6), está presente en todas partes (por ej., Salmo 139:7-8), y todo lo sabe (por ej., 1 Corintios 2:10b), respectivamente. Estos son algunos de sus atributos que nunca comprenderemos totalmente como seres humanos finitos. En Isaías leemos: “¿Quién puede medir el alcance del espíritu del Señor, o quién puede servirle de consejero?” (40:13).

Aunque nunca seremos capaces de articular perfectamente o completamente estos atributos, que estos aspectos del Espíritu nos guíen a alabar, ¡aun con palabras imperfectas y un entendimiento incompleto!

FUENTE:  Francis Chan.