NUESTRA FAMILIA
La Familia en el Carmelo Palautiano está compuesta por las Carmelitas Misioneras Teresianas y los Laicos que comparten Carisma y Misión.
Nuestro Carisma es un don del Espíritu Santo a la Iglesia y, por consiguiente, puede vivirse de diferentes maneras de acuerdo a nuestra propia vocación religiosa o laical. En el proyecto inicial del fundador, los laicos tenían una participación importante, y siendo fieles a este espíritu, las CMT han encontrado en su caminar a otros que comparten la misma vocación a la Iglesia: a los laicos.
Con la consciencia que el don del carisma precede a su encarnación en el ámbito de los consagrados y laicos, nos sentimos llamados, todos, a beber del mismo pozo y a vivir el mismo carisma a partir de nuestra propia vocación específica.
En nuestra familia carismática; la vida religiosa actualiza permanentemente el seguimiento de Cristo Iglesia, el absoluto de Dios; mientras en el laicado, cada miembro, desde su estado y situación de vida, se compromete en el servicio de la comunidad de prójimos para avanzar hacia una sociedad más justa, pacífica y solidaria (Estatutos MILPA).
Las CMT y los laicos son mucho más que socios estratégicos; ocupan un lugar complementario y común. Simplemente somos Familia.
Al ser profundamente Palautianos, somos también profundamente Carmelitas. Consagradas y Laicos nos integramos a la gran familia espiritual del Carmelo Teresiano.
Nacimos de la experiencia carismática del Padre Francisco Palau sobre el misterio de la Iglesia. El ideal de evangelización y promoción de la vida espiritual, anima toda nuestra vida consagrada. Somos una Congregación misionera, con espiritualidad eclesial y mariana. Esta espiritualidad configura nuestra vocación como Iglesia, en la Iglesia y para la Iglesia.
Nuestro carisma específico es “contemplar, expresar y anunciar la belleza de la Iglesia, misterio de comunión”. Iglesia experimentada como Dios y los prójimos, y contemplada en María, tipo perfecto y acabado de la misma.
- Las Carmelitas Misioneras Teresianas vivimos, en clima de familia, la contemplación, la fraternidad y la misión.
- Oramos como Iglesia. Tratamos de descubrir en la oración las necesidades del Cuerpo Místico de Cristo.
- Somos familia de hermanas, que hace visible la Iglesia, desde la sencillez y la alegría compartida.
- Tratamos de hacer de cada una de nosotras y de nuestras comunidades una “pequeña Iglesia”, signo visible y creíble del gran misterio de comunión eclesial.
Somos anunciadoras de la belleza de la Iglesia y, a través de nuestras obras de apostolado, nos ponemos a su servicio. Asumimos el reto de ser en nuestro mundo de hoy testigos de la solidaridad, la paz y la unión entre todos los pueblos.
Por ser familia carmelita, vivimos la oración como “trato de amistad” con Jesús, Amigo y Esposo y en ella nos ofrecemos y comprometemos a servirle en su “cuerpo místico crucificado”, según consigna de nuestro Fundador. Forma parte de nuestra pastoral todo cuanto contribuye y ayuda a la persona a permanecer abierta a la trascendencia, desde la dimensión espiritual humana. Queremos ayudar a descubrir el misterio del hombre y colaborar a encontrar respuesta a los grandes interrogantes de la propia vida. Presentamos a Jesucristo y su mensaje como proyecto de vida.
Nuestra familia vive la vida teologal, sobria y sencillamente contemplativa del misterio y de la Sagrada Escritura. Cristocéntrica y eclesial en el amor a Cristo y a los prójimos, vivido en la unidad y alimentado en la Eucaristía, misterio de presencia y comunión, que hace crecer y edifica la Iglesia.
Es familia mariana en su piedad filial la Virgen del Carmen, madre y hermana, medianera e intercesora que, en su culto y advocación, quiere ser reconocida y anunciada como “el tipo más vivo, perfecto y acabado de la Iglesia”
Entre las devociones más íntimas y arraigadas en nuestra familia religiosa, destaca con fisonomía propia la veneración a San José, maestro y modelo de oración y de servicio
Como modelos de vivencia evangélica presentamos a Francisco Palau, a nuestros grandes maestros carmelitas, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Teresa de Lisieux, patrona de las misiones,.
No podemos olvidar a la generación de almas sencillas que fueron nuestras antecesoras y recreadoras del Carisma Palautiano y que tipificamos modélicamente en la H. Teresa Mira García. Ellas han ejercido una verdadera promoción de la vida espiritual en su despliegue de ternura y amor al prójimo.
En el Carmelo Palautiano coexisten muchas vocaciones específicas y formas de vida diferentes; todas unidas y teniendo como centro a la Iglesia. Todos nosotros, ya sean religiosas, comunidades, matrimonios o laicos particulares compartimos carisma, y por está razón también vida y misión. De ahí nace nuestra misión compartida, vida compartida y carisma compartido.
Actualmente existen dos formas de Laicos que son parte de nuestra familia: MILPA; Comunidades Carismáticas que comparten la vida desde el espíritu Palautiano, y los Laicos en Misión Compartida.
Los Misioneros Laicos Palautianos (MILPA), somos comunidades fraternas que hemos descubierto nuestro Carisma Palautiano, regalo del Espíritu. Y nos hemos sentido llamados a vivir nuestra vocación laical de manera comunitaria al estilo Palautiano, en la triple dimensión de: Oración, Fraternidad y Misión al servicio de la Iglesia.
Somos un movimiento promovido y asociado a las Carmelitas Misioneras Teresianas y junto a ellas formamos familia en el Carmelo Palautiano.
Las relaciones fraternas y la amistad; la sencillez y la cercanía en el trato; la humildad y la valoración positiva del otro; el espíritu de equipo en colaboración y apertura, son los rasgos fundamentales que les caracterizan en la vida cristiana (familiar, profesional y social).
El estilo de vida MILPA fomenta particularmente:
- Las relaciones fraternas y la amistad; la sencillez y la cercanía en el trato; la humildad y la valoración positiva del otro; el espíritu de equipo en colaboración y apertura.
- La defensa de la vida y de los derechos humanos.
- El interés por la lectura de la Palabra de Dios.
- La celebración de los Sacramentos y la práctica de la oración.
- Las practicas de devoción mariana en diversas advocaciones de la Madre de Dios, especialmente la Virgen del Carmen.
- La dedicación de tiempo y medios al estudio de la figura y escritos de Francisco Palau, Teresa de Jesús y otros santos, maestros y testigos del Carmelo.
- La educación en valores y la actualización en el conocimiento del pensamiento y cultura de la época, como lo practicara y enseñara Francisco Palau en su famosa Escuela de la Virtud.