TERCER DOMINGO TIEMPO COMÚN

Nosotros los cristianos, creemos en Cristo y  buscamos guiar nuestra vida por su ejemplo y su Palabra.  Sabemos por experiencia que ella tiene el poder de entrar en lo profundo del corazón de las personas y allí obrar milagros de liberación, de sanación, de salvación; y lo tiene  porque brota del Espíritu Santo, como dice el Evangelio de hoy,  “ El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción”  Allí la fuente de su poder: son palabras pronunciadas con Espíritu y desde el Espíritu, fuerza divina que lo envía a  llevar la Buena Noticia a los pobres,  anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.

Y termina el pasaje de hoy diciendo “Esta Escritura, que acaban de oír, se ha cumplido hoy”. Esta es la gran maravilla: que la Palabra de Dios se cumple. Que lo que Cristo dice se hace realidad, que lo que El promete se hace realidad, que lo que esperamos y creemos de El  es verdad. Y de esto podemos dar testimonio con nuestras propias vidas, porque hemos experimentado liberaciones cuando nos sentíamos atados por algo o alguien,  sanaciones corporales y sanaciones interiores que nos han permitido empezar de nuevo, perdonar, acoger nuestra verdad, y también, hemos experimentado el ser iluminados por la   Palabra  en momentos de oscuridad

El camino y la verdad que encontramos en la Sagrada Escritura no es algo que “alguien dijo” sino que es Palabra de Dios, nuestro Creador y Redentor, de Dios que nos sostiene cada uno de los días de esta vida y nos regala un futuro de eterna plenitud.

Por eso asombra que tantas veces nosotros mismos creamos cualquier cosa que nos diga alguien que se cree particularmente inspirado, o lo que aparece en los periódicos, el cine, nuevos libros sobre Cristo y su rol en la humanidad. Y nos dejamos mover y conmover por ellos, y sin embargo, no nos regalamos ni el tiempo ni la oportunidad de encontrarnos con nuestro Dios y su Palabra, como hacía el pueblo de Israel en la primera lectura. Y es que leer la Palabra, meditarla, orarla, es precisamente eso, un encuentro real con nuestro Dios; no es una ocasión para saber algo más, o pensar mucho, sino la oportunidad que nos damos  de encontrarnos en intimidad con el Señor de nuestra vida y de conocerlo “por dentro”, comprender como ama, como nos ama.

¿Quién conoce  a Philip Pullman o Dawn Brown ? Unos cuantos millones de personas, verdad? ¿Quién se acordará de ellos en 50 años, en 100, en 300? Y sin embargo, dejamos que sus ideas y palabras con minúscula, palabras e ideas humanas, intervengan en nuestras vidas, decisiones y conductas. ¿Por qué deberíamos creerles más a ellos que a Dios? ¿Acaso ellos podían decir “El Espíritu de Dios está sobre mí” cuando escribían sus obras? ¿Por qué entonces les hemos dado tanto poder sobre nuestras creencias y nuestra fe?  Y podemos seguir la larga… ¿Por qué le damos tanto poder al tarot, al horóscopo, al consejo de los conocidos, al escritor de turno?

“Por sus frutos los conocerán” dice la Palabra, y si miramos con un corazón sincero, vemos que las palabras humanas y todas esas novedades sobre Cristo, lo único que dejan en el corazón creyente es duda, inquietud,  un dejo de tristeza y confusión. La Palabra de Dios en cambio deja en nuestro interior paz, gozo, consuelo,  gratitud, alegría, esperanza.

Dios nos hizo libres y por ello tenemos la libertad de elegir a quién creemos y a quien le damos permiso para que guíe nuestra existencia.  Y esta es una elección diaria, porque cada mañana trae la maravillosa oportunidad de alejarnos de Dios o de  entregarle nuestra jornada a quien sabemos nos ama, a Cristo, el  Hijo de Dios lleno del Espíritu Santo que quiere pronunciar una Palabra en nuestras vidas, una palabra que tiene poder de realizar lo que pronuncia, que tiene poder de transformar nuestro corazón y el corazón de la humanidad. Cada mañana tenemos la oportunidad de decirle al Señor: te elijo  a ti, porque tu Palabra tiene poder y porque sólo tú tienes palabras de vida eterna.

BIBLE OPEN AT GENESIS