Lo que llamamos yerba buena es uno de los adornos de nuestros jardines y huertas. Es verdad, no tiene otras cualidades que su color verde, su perpetuidad, su gran multiplicación al borde de los arroyos, y además, su gran fragancia cuando se toca, se divide y se pisa. Tiene, además, varias virtudes y propiedades para el servicio nuestro. Unase la yerba buena con la rosa sin olor, y tendrá el ramillete de hoy olor y belleza.
La caridad para con los prójimos, o sea el amor de Dios, al difundirse desde nuestros cora zones hacia los prójimos, produce en nuestras almas un efecto que le es muy natural, tal es la misericordia; esto es, le dispone a tomar parte y a mirar por propias las necesidades de nuestros prójimos. El que no tiene un corazón que parte las penas con sus prójimos, mirándolas como cosa suya, no tiene misericordia; esto es, un corazón afectado a la presencia de la miseria y de las necesidades ajenas; y el que no usa de misericordia, no hallará en Dios misericordia.
Señora:
¿Qué puedo yo hacer para el bien de las almas?
Yo me ofrezco en sacrificio al pie de la cruz para su salvación.
Yo me obligo, yo me comprometo a poner por obra la misericordia de aquel modo
y bajo la forma que me sea designada por las leyes de la caridad.
Recibid, Señora, esta mi ofrenda; aceptad este ramo siempre verde;
bendecid mis propósitos; alcanzadme las gracias y dones que necesito
para conservar esta virtud en mi corazón.