«Que todos sean uno como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea» (Jn. 17,21)

 

Mis queridas hermanas y hermanos:

Deseo fervientemente que el Espíritu nos regale el don de la comunión.

Un año más estamos a las puertas de celebrar la fiesta de nuestro fundador. Si cada acontecimiento eclesial nos une de manera más consciente al Cuerpo Místico de Cristo, en este día nos sentimos mucho más unidas a este cuerpo que hoy sufre desangrado por tantos acontecimientos dolorosos que destruyen la comunión.

Nuestra fiesta es un momento especial para vivir la unidad, sueño de Francisco Palau. Celebrarla es recrear de una manera especial nuestro ser Palautiano, a través de nuestro estilo de vivir las relaciones, siendo así signo de que la fraternidad universal es posible.

Todas nos sentimos orgullosos cuando nos encontramos a alguien y nos dice que somos iguales a alguno de nuestros padres. Nos alegramos mucho más cuando esa semejanza está referida al talante o modo de ser de uno de ellos.

En este día me gustaría haceros algunas de las preguntas que yo me he hecho muchas veces y que, dependiendo del momento que estoy viviendo, adquiere matices diferentes.

¿Qué rasgo del padre fundador encarno con más fuerza? Quienes comparten conmigo la vida ¿dónde descubren que soy hijo(a) de tal padre?

Aprovechemos estos días para releer la vida de Francisco. Veremos en ella que supo dar respuestas concretas a los momentos históricos que le tocó vivir. De ahí que me atreva a hacerme y haceros una pregunta más:

Mirando la realidad personal, comunitaria y apostólica que cada uno está experimentando, ¿qué aspecto de la vida de Francisco, Dios me invita a encarnar?

Esta es mi invitación en este día de fiesta: Avivemos nuestra mirada contemplativa para reconocernos y reconocer en los otros la imagen viva de la Iglesia. Es cuestión de abrir los ojos del corazón, es cuestión de ser “mujeres y hombres de fe” como lo han sido tantas hermanas nuestras que han puesto todo lo que recibieron de Dios al servicio de quienes se cruzaron en el camino de su vida.

Reconozcamos lo bueno que hay en cada una, acojamos el don que se nos ofrece y, con nuestros mejores deseos de contribuir al bien de la Iglesia, nos determinemos a vivir con radicalidad y pasión el compromiso que libremente adquirimos, así enriqueceremos a esta familia de la que todas formamos parte por pura gracia.

Parafraseando a Francisco Palau os digo: Sea para lo espiritual o para lo material, yo haré todo cuanto esté a mi alcance para hacer y labrar vuestra verdadera felicidad; y con estos sentimientos creedme siempre y disponed de esta hermana que os ama en Jesucristo. En estos días no voy a dejar de encomendaros mucho a Dios.

 

Hna. María José Gay, Animadora General CMT